Epílogo

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Maratón parte 4/4

—¿Está segura de esto? —la preocupación del Dr

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—¿Está segura de esto? —la preocupación del Dr. Burton era evidente.

—Si —no titubeé a la hora de responder, tenía que mantener la calma y conservar mis emociones o se daría cuenta.

Estábamos frente a la puerta de metal que nos separaba de Él. Habían dos guardias de seguridad a nuestro lado.

El Dr. Burton repasó todos los procedimientos de seguridad conmigo, lo que no sabía es que ya me los había aprendido antes.

Con cada repaso, y la intensidad de advertencia en su tono de voz me hacía sentir nerviosa.

¿Está todo claro? —solo asentí—¿Segura, señorita... Meyer?

Si, segura —mentí.

El Dr. Burton le dio la señal al guardia, el cual procedió a sacar la llave y a meterla en la cerradura.

El crujido del metal hizo eco por todos lados, los guardias abrieron la puerta con preocupación, uno de ellos entró, bloqueando la vista del interior de la habitación. Traté de ver por encima de su hombro pero el guardia era demasiado alto.

Después de revisar, el guardia se giró hacia nosotros —Todo en orden.

El Dr. Burton me dio una última mirada, haciéndome saber que podía dejar esto así e irme en ese momento, sin embargo, no dije nada. Él se aventuró dentro y yo lo seguí, los latidos de mi corazón errantes y descontrolados de la emoción. Meses tratando de verlo, y ahora puedo entrar y ver su estado.

Lo primero que noté es el aire helado de la habitación, instintivamente, me abrazo a mi misma. Todo seguía igual, vacío con el color blanco. No hay nada, solo un pequeño colchón sin sábanas.

El Dr. Burton se detuvo en medio de la habitación enfrente de mi, yo di un paso a un lado para ver lo que él estaba viendo.

Jason Meyer.

Jason estaba en una esquina de la habitación, sentado con las rodillas contra su pecho, sus brazos envueltos en una camisa de fuerza. Su cabello castaño rubio estaba desordenado, cabizbajo, su piel pálida.

Jason no lucía frágil, pero si seguía joven que nunca, su cabeza seguía baja y no se movía, ¿Estaba dormido?.

Como si quisiera responder esa pregunta en mi mente, una sonrisa torcida se formó en sus labios, con una voz ronca y helada habló:

—Tenemos visitas.

Por Dios, hace tiempo que quería escuchar su voz; tan ronca con ese toque de frialdad que me hizo sonreír inconscientemente.

Despair © (Twisted #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora