Amor propio

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Hola!!! ya sé que dije que actualizaría cada domingo pero me emocioné un poco y mis deditos volaron en el teclado. 


Miré mi reflejo en el espejo, tratando de verme objetivamente. Cuando erauna niña, especialmente en aquellos encantadores años de principios de adolescencia, solía verme muy diferente. Me veía el pelo castaño oscuro y la piel poco interesante. Veía los ojos cafés planos. Veía una nariz ligeramente enganchada y un labio inferior que parecía que podría tropezar con él si no era demasiado cuidadosa.

Cuando tenía quince años, una tarde mi abuela me dijo que pensaba que el vestido rosa que llevaba puesto se veía bien contra mi piel. Me burlé e inmediatamente disentí con ella. —Gracias, abuela, pero sólo tuve unas tres horas de sueño anoche, y lo último que luzco hoy es bonita. Cansada y pálida, pero no bonita.

Puse los ojos en esa forma que las adolescentes lo hacen, y ella tomó mi mano.

—Siempre acepta un cumplido, Jimena. Siempre tómalo de la manera en que fue deseado. Ustedes las niñas son siempre muy rápidas en torcer lo que otros dicen. Simplemente di gracias y sigue adelante. —Sonrió de esa manera tranquila y sabia que ella tenía.

—Gracias. —Sonreí de vuelta, ocupándome de la salsa de espagueti y girando la cara para que no pudiera ver mi sonrojo.

—Me rompe el corazón la manera en que las niñas se rebuscan, nunca pensando que están lo suficientemente bien. Asegúrate de siempre recordar que eres exactamente de la forma en que se supone que seas. Exactamente. Y cualquiera que diga lo contrario, bueno, tonterías. —Se rió, su voz bajando un poco en esa última palabra, lo más cerca que nunca llegaría a maldecir. 

La abuela tenía una lista de malas palabras y palabras realmente malas, y tonterías estuvo a punto de acercarse a esto último. Al día siguiente en la escuela le mencioné a una amiga que pensaba que su cabello se veía increíble, y su respuesta fue pasar sus manos a través de él con disgusto.

—¿Estás bromeando? Apenas si tuve tiempo para lavarlo hoy. A pesar de que tenía un aspecto fantástico. Más tarde, después de la clase de gimnasia, me cambiaba en el vestidor cuando observé a otra amiga retocar su brillo de labios.

 —Eso es bonito. ¿Cuál es el nombre de ese color? —le pregunté cuando frunció los labios en el espejo.

—Manzana roja, pero se ve horrible en mí. ¡Dios, no tengo que broncearme tanto este verano!

Mi abuela tenía razón. Las niñas realmente no tomaban bien los cumplidos. Ahora, no voy a mentir y decir que después de ese día por arte de magia no tenía más días malos del pelo o nunca escogí el lápiz labial incorrecto de nuevo. Pero hice un esfuerzo consciente para ver lo bueno antes de lo malo y realmente me veo a mí misma de una manera más clara. Objetivamente. Amablemente. Y mientras mi cuerpo siguió cambiando, me sentía más y más consciente de las características que podía ver de manera positiva en lugar de negativa. Nunca pensé en mí como letalmente preciosa, pero me veía bien.

Y ahora, mientras me miraba en el espejo del baño, sabiendo que Emilio me esperaba, me tomé el tiempo para hacer un pequeño inventario. ¿El pelo castaño sin chiste? Ya no tenía algo de chiste y no era tan castaño. Era brillante y un poco ondulado y rizado por el agua salada que había estado rodeándome en toda la semana. ¿La piel? Bien dorada y, me atrevería a decir, ¿un poco brillante?

Me guiñé un ojo a mí misma, conteniendo una risa maníaca. Mi boca tenía el labio inferior ligeramente carnoso, sólo lo bastante lleno como para atraparme algún Emilio y no dejar que se vaya. ¿Y las piernas que vi asomando por debajo del encaje apenas cubriendo mis muslos? Bueno, ya no tan parecidas a las patas que tenía.

De hecho, creo que se van a ver bastante espectaculares envueltas alrededor de Emilio... lo que sea que se sienta estar envuelta a su alrededor.

Y entonces, mientras me alisé el pelo una vez más y mentalmente recorrí todas mis listas de control interno, estaba salvajemente emocionada por la noche por delante.

Habíamos corrido de vuelta a la casa, prácticamente desvistiéndonos el uno al otro en la entrada, y después de mendigar unos momentos de tiempo de niña, de ese que todas necesitamos antes de... bueno, de eso.

Estaba lista para salir a reclamar a mi macho. Porque, ¿a quién engañaba? Quería a ese hombre. Lo quería sólo para mí, y no, no lo compartiría con nadie más.

Una vez que mi cerebro estuvo finalmente de acuerdo con mi Jimena de Abajo. Especialmente ya que había avanzado hasta las Agallas y golpeado al Cerebro justo en el tallo, diciéndole de esa manera especial que necesitábamos esto. Nos merecíamos esto, y estábamos listos. Los Nervios, bueno, continuaron revolviendo mi estómago, pero eso era de esperar, ¿no? Quiero decir, que había sido un largo, largo tiempo, y un poco de nervios era normal, supongo.

Emilio había sido más que paciente, contento de tomar las cosas con calma, a mi ritmo, pero por el amor de Dios, era un ser humano.

Insistí en que los Nervios no permitirían dar vuelta otra noche española a la tierra de mimos y caricias. Me volví en el espejo, tratando de ver como Emilio podría verme. Sonreí en lo que pensé era una manera seductora, apagué la luz, tomé una respiración profunda más, y abrí la puerta.

La habitación se había transformado en algo de un cuento de hadas. Las velas parpadeaban en el clóset y mesitas de noche, bañando la habitación en un cálido resplandor. Las ventanas estaban abiertas, así como la puerta hacia el pequeño balcón con vista al mar, y podía oír las olas rompiendo, el romance estilo novela. Y allí estaba: pelo revuelto, cuerpo fuerte, ojos llameantes.

Vi cómo me apreció, arrastrando la mirada por mi cuerpo y de vuelta hacia arriba, una sonrisa en su rostro cuando vio mi elección de vestimenta.

—Umm, ahí está mi enana —suspiró, tendiendo la mano.

Y cuando me estanqué por el más mínimo segundo, las Agallas se adueñaron de mi mano y se la tendieron.

Nos quedamos en la habitación a oscuras, unos metros de distancia, pero unidos por nuestros dedos entrelazados. Podía sentir la textura áspera de su pulgar mientras trazaba círculos en el interior de mi mano, los mismos círculos que había trazado semanas y semanas antes cuando comencé a caer bajo su hechizo.

Nuestros ojos se encontraron, él tomó una respiración profunda.

—Es criminal lo bien que te ves en eso —dijo, atrayéndome hacia él y dándome una vueltecita para así ver mejor el body rojo que bien conocía. Mientras me giraba, un ruido bajo sonó en su garganta, y si no me equivoco, ¿fue un gruñido? Maldición...

Me acercó más, agarrando mis caderas y apretándome contra él, aplastando mis senos contra su pecho. Le dio un pequeño beso a mi oído, haciéndome sentir sólo la punta de su lengua.

—Hay algunas cosas que necesito que entiendas —murmuró, acariciándome con la nariz, sus manos rozando mi pierna para acariciar mis pliegues y agarrando un puñado de mi trasero, tomándome por sorpresa. Jadeé.

—¿Me estás escuchando? No te distraigas en mí ahora —susurró de nuevo, aplanando la lengua y arrastrándola hacia arriba en un lado de mi cuello.

—Es un poco difícil concentrarse con tu distracción empujándome en el muslo —gemí, dejando que me doblara hacia atrás lo suficiente para que todo mi cuerpo inferior se apretara contra él, sus lugares duros perfectamente satisfechos de moldear mis lugares blandos. Se rió entre dientes en mi cuello, ahora salpicando mi clavícula con sus besos marca registrada.

—Esto es lo que necesitas saber. Uno, eres increíble —dijo, sus manos ahora viajaron hasta la parte baja de mi espalda, dedos y pulgares masajeando y manipulando—. Dos, eres increíblemente sexy —suspiro.

Siempre fuiste túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora