Lo sabe todo

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No se me vayan a infartar. No me odien porfis, prometo compensarlas 


A la mañana siguiente, salí de la cama antes de que *él* despertara, algo que no había hecho durante todo el tiempo que estuvimos en nuestro viaje juntos.

Por lo general, nos quedábamos en la cama hasta que el otro despertaba, y luego nos quedábamos un rato más, riendo y hablando. Besándonos.

Mmh, los besos.

Pero esa mañana me bañé súper rápido y minutos después estaba en la cocina haciendo el desayuno cuando un soñoliento español entró. Caminando lentamente, con el bóxer caído, sonrió y se acomodó contra mi costado mientras partía unas rodajas de melón y fresas.

—¿Qué estás haciendo aquí? Me sentía un poco solo. Es una gran cama para mí, Jimena. ¿A dónde te fuiste? —preguntó, plantando un beso en mi hombro.

—Necesitaba apurarme. ¿Recuerdas que los demás vienen a las diez?

Quería hacerte el desayuno antes de irme a arreglar las uñas. —Sonreí, dándome la vuelta para darle un rápido beso, no podía dejar de pensar en Ivan.

Impidió que me diera la vuelta de nuevo y me besó más profundamente, sin permitirme hacer nada. Podía sentirme aislándome, y era casi incapaz de detenerme. Necesitaba algo de tiempo para procesar todo esto, para entender cómo me sentía aparte de miserable. Adoraba al que creía que era Emilio, y él no se merecía esto. Así que me dejé llevar por el beso y este hombre una vez más. Lo besé febril y apasionadamente, y me aparté justo antes de que se convirtiera en algo más.

—¿Fruta?

—¿Eh?

—Fruta. Hice ensalada de frutas. ¿Quieres un poco?

—Oh, sí. Suena bien. ¿Has hecho café?

—El agua está hirviendo. Las tazas están listas. —Le di una palmadita en la mejilla mientras le señalaba la tetera. Comimos en la cocina, hablando un poco, y me robó uno o dos besos aquí y allá. Traté de no mostrar lo mal que me sentía, de actuar tan normal como podía. Él parecía sentir que algo pasaba, pero tomó la indirecta y me dejó seguir adelante.

Nos sentamos en la terraza una última vez, y comimos nuestros desayunos juntos mientras veíamos el panorama.

—¿Estás contenta de haber venido? —preguntó.

Mordí mi labio ante lo obvio. —Estoy muy contenta. Estar aquí todos juntos está increíble. — Le sonreí, agarrando su mano por encima de la mesa y dándole un apretón.

—¿Y ahora?

—¿Y ahora qué? De vuelta a la realidad. ¿A qué hora empezamos a grabar mañana?

—Temprano. Bastante temprano. —Lo dejó ahí, aparentemente quería decir algo más.

—Jimena tenemos que hablar — Cuando volteé a verlo, noté los ojos llenos de lágrimas, como si supiera que después de lo que fuera a decirme, terminaría odiándolo. Entré en pánico.

—Avísame cuando lleguen —le respondí, dándole un último sorbo a mi café y levantándome tan rápido como pude. Permaneció en silencio, y esa vez, cuando mordí mi labio, fue para tratar de no llorar. Ya sabía de qué se trataba y salí corriendo a mi nuevo cuarto.

Entré corriendo a mi recámara y vi las maletas aún hechas, no había desempacado nada, sin embargo no podía hacerlo ahora. Me derrumbé en el piso y mirando el techo empecé a llorar. Estaba entrando en pánico y ni siquiera lo había escuchado de su boca. ¿Siquiera estoy segura de que sea él? ¿Estoy segura de que quiere hablar de lo que creo que quiere hablar? ¿Cómo e posible que no lo haya notado antes si yo sé muy bien quién es Emilio y quién es Iván?

Perdida. Estoy perdida y muy muy lejos de mi casa.

El sexo había sido increíble, irreal, perfecto incluso con el condón puesto, y aún así, nada. Necesitaba un amigo, no podía ir con Rebeca porque... bueno, ¡PORQUE ES SU HERMANA!

¿Y si yo lo estaba alucinando? Maldito Jet lag.

Samuel vino a mi mente y recordé que había llegado a Barcelona días antes que yo así que lo llamé, en verdad necesitaba un amigo cerca.

—¿A dónde vas? Te pedí que habláramos— me preguntó acercándose mientras me terminaba de cambiar.

—No quiero parecer indigente cuando lleguen los demás. Además, dijiste que tu mamá venía con ellos.

—De verdad necesito decirte algo antes de que lleguen.

—Creo que ya sé qué me quieres decir — la voz se me cortó, lo sabía y no quería escucharlo decir nada. Me di la vuelta para mirarlo. —¿Iván? — El nombre salió casi inaudible de mi boca. Él volteó a verme de golpe, como si no entendiera lo que le estaba diciendo

—¿Tan malo sería? —añadió tímidamente, mirándome con precaución.

— ¿MALO? ¡¿MALO?!—respondí gritando como si estuviera en mi coche, en México. — ¿Por qué Emilio no está aquí? ¿Él sabe? ¿Cómo le vamos a explicar lo que pasó? ¿Cómo le explico porqué estuve contigo aquí tres días sola?

Me empecé a reír y llorar al mismo tiempo. Hola nervios. Hola náuseas.

—Emilio sabe todo —dijo, dejando caer la noticia como queriendo que todo explotara de una vez por todas.

Un zumbido empezó a sonar fuerte. Y de pronto, todo lo vi negro. No supe más.

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Capítulo chiquito pero crucial. 

Nota: Me di cuenta de que la página me editó los capítulos anteriores y se lee un poco desordenado. En estos días lo acomodo.  

Siempre fuiste túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora