La fiesta p1

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Metido en la esquina de la cama, donde típicamente lo dejaba, se encontraba Emilio, aun durmiendo de su largo viaje a casa. Envuelto en una bola detrás de las rodillas de Emilio, Coco abrió un ojo y registró que me encontraba en casa. Movió una oreja y estiró su espalda, metiéndose más en su punto favorito.

Susurré: —Oye, Coco, ¿cómo está mi dulce...

Me detuvo con un bajo pero muy corto miau. Y me dio una mirada muy específica, dejándome saber que mis chicos necesitaban su sueño y que debería dejar las cosas como estaban. Me reí para mí misma mientras Emilio dejaba escapar un ruidoso ronquido, luego retrocedió.

Coco permaneció detrás de las rodillas. Las rodillas de Emilio... Qué nombre tan genial para una banda.

Mientras los chicos dormían, lavé algo de ropa, trabajé en la edición para el nuevo video del canal de Youtube, y preparé pasta. Cocinar me centraba, me ayudaba a enfocarme y ver mi camino a la vuelta de las esquinas, especialmente cuando trabajaba en algo nuevo. Dos bowls de pasta después, me encontraba encaramada en la isla de la cocina con un laptop cuando escuché movimiento.

Emilio vino a la cocina, oliendo primero. Contuve el aliento, casi inhalando la manga de mi sudadera cuando lo vi en sus pantalones de pijama sueltos, cabello desordenado, y expresión dormilona. Sabía que si presionaba mi rostro en el centro exacto de su pecho, olería a Downy y chico caliente. El corazón, como siempre, se saltó un latido.

—¿Pasta? —preguntó mientras olía el aire, sus ojos aún a media asta, pero buscando la comida. Sus ojos no eran exactamente lo único a media asta...

—Pasta—afirmé, asintiendo.

Una lenta sonrisa se deslizó por su rostro; nada podía hacerlo más feliz que pasta casera. Bueno, casi nada.

—¿Quieres un poco? —pregunté.

Caminó hacia mí, y la comida detrás de mí, con una mirada determinada en su rostro. —Estás bromeando, ¿cierto? —preguntó, descruzando mis piernas para posarse entre ellas—. Siempre quiero un poco.

Emilio se relajó en el sillón, mirándome barrer y comentando cuando mi parte trasera lucía particularmente atractiva. Mirándome por la parte superior de su taza de café, preguntó: —Oye, ¿por qué editabas en sábado? ¿Tienes que trabajar hoy?

—Algo así.

—¿Algo así?

—Sí, no he subido nada al canal, además tu querida hermana me pidió que la ayudara a organizar su fiesta de cumple. Bueno, es algo grande. —Dudé, ni siquiera queriendo decirlo en voz alta. Esto sería grande, gigante, enormes bolas.

—¡Eso es genial! ¿Qué tipo de fiesta?

—Una fiesta en salón, todos bien vestidos, lista de invitados, invitaciones impresas y todo a lo grande. Así que sí, una gran semana de trabajo. —Terminé de barrer y lancé las moronas a la basura. Agarrando mi computadora, me dirigí a la sala y me senté a su lado, levantando mis pies a su regazo.

—Suena grande. Es bueno, nena.

—Además, estoy como haciéndome cargo. Quiere una fiesta a lo latino.

—Puedes manejarlo. Estoy orgulloso de ti.

—Bueno, enorgullécete de mí si todo sale bien. Hasta entonces solo es un montón de cosas para hacer. Pero dedos cruzados, ¿cierto? —Me reí, recostándome contra los cojines mientras él frotaba mi talón.

—Tengo un buen presentimiento con esto. Tal vez podamos sacar algo de contenido con la fiesta.—dijo, meneando mi dedo gordo del pie.

—.Hablando de celebraciones, ¿te gustaría venir conmigo a Río en diciembre?

Siempre fuiste túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora