Ya empezó lo bueno, manas!!!
Me desperté por un gran estruendo. Olvidando dónde estaba
por una fracción de segundo, automáticamente asumí que estaba en México, y que
estábamos experimentando un temblor. Estaba a medio camino de salir de la cama,
con un pie en el suelo, cuando me di cuenta de que la vista fuera de la ventana de
mi habitación era definitivamente más azul de lo que era en casa, y decididamente
más mediterráneo. ¿Y el ruido? No era un temblor. Eran los ronquidos de Emilio.
Ronquidos. Los ronquidos al ritmo de la banda, y por ritmo de la banda me refiero
al ritmo de la banda de su nariz, la que estaba emitiendo el sonido más
sobrenatural. Me llevé las manos a la boca para contener la risa y me deslicé en la
cama, lo mejor era evaluar la situación.
Fiel a mi estilo, me había hecho cargo de la mayor parte de la cama en la
noche, y él había sido relegado a un rincón, donde ahora estaba acurrucado en una
pequeña bola con una almohada metida entre las piernas. Pero lo que le faltaba en
metros cuadrados, lo compensaba con el sonido. Los sonidos que se vertían de sus
fosas nasales se registraban entre el oso pardo y el remolque de un tractor
explotando. Me retorcí en la cama de un kilómetro de ancho, curvándome
alrededor de su cabeza y mirando hacia abajo de su cara. Incluso haciendo estos
horribles sonidos, eran príncipe. Cuidadosamente puse mis dedos a los lados de su
nariz, y apreté. Y luego esperé.
Después de diez segundos, inhaló y sacudió la cabeza, mirando a su
alrededor salvajemente. Se relajó cuando me vio sentada en la almohada junto a él.
Sonrió con una sonrisa somnolienta.
—¿Hola?, ¿qué pasa? —Murmuró, rodando hacia mí, envolviendo sus
brazos alrededor de mi cintura, apoyando su cabeza en mi panza. Pasé mis manos
por su cabello haciéndole piojito, deleitándome con la informal libertad que tenemos por fin para
tocarnos.
—Sólo me desperté. Alguien estaba bastante ruidoso en este lado de la
cama.
Cerró un ojo y me miró. —No creo que alguien tan sacundante como tú
pueda quejarse de nada.
—¿Sacúndate? Eso ni siquiera es una palabra. —Bufé, disfrutando de sus
brazos a mí alrededor más de lo que quería admitir.
—Sacundante, como alguien que se sacude mucho. Como aquel que a pesar
de estar durmiendo en una cama del tamaño de Alcatraz, aún necesita casi todo el
colchón para moverse y patear —insistió, accidentalmente a propósito subiendo mi
camisa para descansar su cabeza en mi vientre desnudo.
—Sacudirse es mejor que roncar, Sr. locomotora —me burlé de
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Siempre fuiste tú
FanfictionFanfic con un plot twist inesperado. Team Ken juntos en la Ken House en España. Estaré publicando los domingos de cada semana