Epílogo parte 2

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Holi bebés. Pido perdón anticipadamente por lo que están por ver. 

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Finalmente nos vestimos, nos metimos al coche y volvimos al hospital después de detenernos para comer hamburguesas. ¿Que si le enseñé mi anillo a todas las personas que pasaban al lado del coche? Apuesta tu dulce culo a que lo hice.

Aquí estamos mi anillo y yo mordiendo una hamburguesa; aquí estamos mi anillo y yo tomando agua. Le pedí a Emilio que recreara el momento deslizando el anillo por mi dedo. Para alguien que originalmente cuestionaba la idea de casarse y si era necesario, estaba segura de que algo brillante me había dado la vuelta.

Cuando llegamos al hospital, giré el anillo con el diamante hacia la palma de mi mano. No quería que Sandra lo viera de inmediato. Sabía lo que Beca me iba a decir sobre robarle el protagonismo.

Sabía que estaría feliz por mí, pero todavía se trataba mucho de la bebé de mi amiga, la recién estrenada mamá.

Tocamos la puerta, y San nos dio permiso de entrar. Sentada en su cama, con el maquillaje impecable y el pelo brillante, comía un montón de churros para llevar mientras Iván descansaba en el sillón, con la bebé sobre su pecho.

—¡Hola! —gritó Sandra, haciendo una pausa de su frenesí de churros remojados en chocolate líquido.

—. Lo siento, me muero de hambre y la comida del hospital es una mierda. Acabo de sacar a un bebé de mi vajayjay, ¿y quieren darme gelatina? ¿Son idiotas?

Cada pensamiento que tuve sobre Sandra suavizándose por la maternidad se fue directo a la chingada. Gracias a Dios.

La bebé dejó escapar el más mínimo chillido, y cuatro pares de ojos se fijaron en los brazos de Iván. Sandra sonrió. Okay, ella se había ablandado un poco.

—¿Cómo te sientes, mamá? —le pregunté, acercándome a ella y alisando su cabello hacia atrás—. Te ves muy bien.

—Sí, eso ya lo sé. Pero me hubieras visto en la mañana, me veía espantosa. Ahora sé porque las Kardashian tienen al escuadrón del glamour listo después de cada parto; de lo contrario, te ves medio muerta en cada foto con tu recién nacida.

—Te ves preciosa —insistió Iván—. Antes o después de cualquier escuadrón de glamour.

Sandra sonrió de nuevo. Emilio se había sentado junto a Iván en el sillón, y examinaba el paquete que parecía tamalito rosa.

—Broh, puedes cargarla, ¿quieres?. —Iván infló su pecho, haciendo que el bulto se levantara y saliera.

—Sí, okay, sólo un momento—respondió Emilio, mirándome rápidamente. Le devolví la sonrisa, agradecida de tener otra oportunidad de verlo sosteniendo un bebé. Hola, ovarios, me preguntaba cuándo iban a sentarse derechos.

Sandra y yo vimos a los dos tipos transferir a la recién nacida entre ellos con la precisión de un equipo táctico de armas nucleares desarmando una bomba. Tomó todo de mí no reírme en voz alta, pero fue increíblemente tierno. —Entonces, ¿cómo te sientes? O sea, de verdad, ¿cómo te sientes? —le pregunté, una vez que la transferencia se había completado.

—Como si acabara de sacar a un bebé de mi vagina —gimió, mordiendo su pan—. Duele muchísimo. Pero vale la pena. ¿Has visto lo bella que es?

—Preciosa —respondí—. ¿Estás lista para más buenas noticias?

—Siempre —dijo con la boca llena. Giré el anillo. Ella gritó mostrándome su churro masticado y despertando a su hija.

—¡Sandra! ¿WTF? —gritó Iván mientras él y Emilio se miraron el uno al otro y luego a la bebé cuando ella empezó a llorar.

Siempre fuiste túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora