Gemelos

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Duro al maduro, manas!!! Gracias por leerme lobiu.


Mis manos apresuradamente desabotonaron su camisa, empujándola hacia atrás sobre sus hombros cuando nuestro ritmo comenzó a hacer la transición de lento y fácil a rápido y frenético. Ahora sus manos se movían alrededor del frente, sus uñas ligeramente rozando mi barriga, levantando mi camisón, entonces estuvimos piel a piel, nada más entre nosotros. Recorrí con mis manos arriba y abajo de su espalda, mis uñas mucho más agresivas, enterrándolo y anclándolo contra mí.

—Y tres, tan increíblemente sexy como es este body, pero lo único que quiero ver el resto de esta noche es a mi enana, y necesito verte —jadeó al oído mientras me recogía, levantándome, y mi pierna derecha se fue a la cintura por sí sola.

Una vez más, la Ley Universal de Emilio Martínez dictaba que las piernas iban alrededor de las caderas cuando fueran ofrecidas. Me acompañó hacia atrás y me puso suavemente en la cama. Inclinándose, me empujó hacia atrás sobre los codos. Con la camisa colgando de sus hombros, me guiñó un ojo, señalando a su estado de desnudez. Extendí la mano, doblando un dedo detrás del botón de sus pantalones y lo abrí. Al no tener un vistazo de su bóxer, suavemente bajé el cierre apenas dos centímetros o menos, dejando al descubierto el rastro feliz que conducía abajo, abajo, abajo, donde todas las cosas buenas eran encontradas. Dulce madre de niño Jesús.

—¿Tienes algo en contra de los calzones? —susurré, levantando una rodilla y forzándolo entre mis caderas. Forzando. Correcto.

—Estoy en contra de tu ropa interior, y ¿no es una vergüenza que todavía esté allí? —Sonrió, empujando sus caderas contra mí, haciéndome sentir todo.

Dejé caer mi cabeza hacia atrás, silenciosamente empujando hacia abajo los Nervios cuando amenazaron con propagarse por sólo una pizca. Vete a la mierda, Nervios. Esto estaba ocurriendo.

—No hay vergüenza. Tengo la sensación de que no estará por mucho tiempo —suspiré, echándome hacia atrás para estirar los brazos por encima de mi cabeza, alargando mi cuerpo contra el suyo y animando a sus labios a bailar más allá a lo largo del hueco de la base de mi clavícula. Podía sentirlo lamer y chupar entre mis pechos. Me arqueé contra él, deseosa de sentir más. Necesitaba más.

Empezó a apartar los tirantes del body hacia abajo, dejándome al descubierto y permitiéndole el acceso que necesitaba para hacerme orbitar alrededor del planeta.

Sintiendo su boca en mí, en mis pechos, caliente y húmeda, haciéndome cosquillas, era irreal. Así que se lo dije.

—Se siente increíble —gemí sobre su cabeza cuando lo andrajoso de su ligera barba maltrató mi piel agradablemente. Sus labios se cerraron alrededor de mi pezón derecho, y mis caderas se fueron por la tangente hacia las suyas, posicionándome salvajemente debajo de él, mis dos piernas ahora envueltas firmemente alrededor de su cintura. Labios, lengua y dientes ahora prodigaron a través de mi escote, el cual fue desapareciendo mientras alternó entre los pechos, amándolos por igual. 

Estaba rodeada de Emilio, e incluso su olor me estaba encendiendo, partes iguales de especias picantes y el espeso coñac español.

Palabras sin sentido fueron vertidas de mi boca. Era consciente de unos pocos "Mili", y uno o dos, "Sí, así", pero sobre todo lo que oí de mí misma eran cosas como "Umm" y "Ahh", y un bastante ruidoso "Síííí", porque, francamente, no hay una ortografía correcta.

Emilio suspiró una y otra vez sobre mi piel, su respiración era un incentivo cuando lo sentía inundándome. Mis manos habían quedado libres para vagar en la maravilla que era su pelo, y cuando lo aparté hacia atrás de su rostro fui recompensada con la vista increíble de su boca sobre mí, con los ojos cerrados en la adoración. 

Siempre fuiste túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora