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Una de las actividades favoritas de Young Ji consistía en sentarse bajo la copa del enorme sauce en la jardinera cerca del club de danza, sacar su bloc de dibujo y trazar la infinidad de edificios y siluetas que se cernían a su vista. Le apasionaba tanto estar ahí que trataba de hacerlo a diario en alguna hora suelta que tuviera.

Young Ji era el tipo de chica tímida que podía liberar sus pensamientos a través del grafito. Cuando era niña, su padre le había enseñado algunas de las pocas habilidades que él había adquirido en sus años de universidad en el club de arte, lo demás lo fue aprendiendo poco a poco gracias a los diversos cursos a los que se inscribió. Hubo una época en la que ella creyó que dibujar o incluso pintar solo se trataba meramente de un pasatiempo, pero cuando a los diez años visitó junto a su grupo de compañeros de primaria el Museo Nacional de Arte Moderno en Seúl supo que dibujar no solo sería una actividad que disfrutaba hacer sino que realmente lo amaba y deseaba tanto que alguna de sus obras llegara a exhibirse por alguna sala de aquel inmenso e increíble lugar que hasta la fecha se anotaba en cualquier taller o club que tratara de ello.

Nunca tuvo demasiada confianza en el resultado de sus obras, de hecho, si no fuera porque Ha Yi, su hermanita menor la estuviera apoyando activamente habría dejado morir el sueño que desarrolló en la niñez.

Young Ji tendía a ser introvertida, no al punto de ser completamente callada, pero definitivamente no era el alma de la fiesta. Nunca le interesó realmente ser sociable, tener una cantidad exorbitante de personas que la saludaran por el pasillo del instituto o pertenecer a algún grupo de amigas de su aula, no estaba negada a hacerlo, pero simplemente no se había dado y vivía bien con eso.

Esa mañana, como era costumbre del día jueves, ya que tenía dos horas libres antes de su siguiente clase se dirigió a aquella jardinera. El sol apenas y se asomaba debido a la frondosa corteza y abriendo su bloc y sacando su grafito se permitió admirar la vista que ese día había. Cada jueves resultaba un poco más diferente que el anterior.

El verano se estaba perdiendo y poco a poco la brisa otoñal se estaba instalando acompañada de una ventisca más helada. Las hojas del sauce iniciaban a tornarse de un bello color cobrizo que a Young Ji le encantaba. Tomó la caja de pasteles que escondía en lo profundo de su mochila e inicio a trazar la naturaleza que sus ojos alcanzaban a ver. Pasaron al menos quince minutos en los que se concentró tanto en su bloc que no notó cuando el club de danza comenzaba a ingresar al aula justo frente a ella. Vio a Hoseok correr por el pasillo con su gigante bolsa de deporte de un chillón color neón y fue inevitable no sonreír.

Desde que vio por error la presentación de aquel pelinegro hacia casi dos años no conseguía borrar de su mente cada facción que había admirado. Desde su nariz perfilada hasta los dedos delgados y finos de sus manos, Young Ji había quedado embelesada con él.

Continúo dibujando ajena al espacio o tiempo que tenía ahí sentada que incluso miró cuando el pelinegro terminaba su entrenamiento y salía bañado de una fina capa de sudor. Aunque quiso alejar su vista de la imagen, no lo logró y quizá fue lo suficientemente indiscreta que terminó por cruzar por algunos segundos la mirada a la de él. Hoseok le había visto en algunas otras ocasiones por aquel sitio, así que le resultaba familiar su rostro además de que ubicaba un poco de quien se trataba pues, aunque ella no lo sabía, Young Ji era bastante famosa por ser la autora de la portada de la revista escolar y la encargada de la renovación del mural del instituto mes con mes.

Hoseok le mostró una pequeña sonrisa de labios cerrados y una inclinación en modo de saludo. Young Ji respondió de la misma manera, pero de una forma torpe que le hizo caer los pasteles y el bloc al suelo.

Apenada por la escena Young Ji se inclinó de inmediato a recoger lo que había caído y no espero que una segunda mano se acercara a ayudarla. Con las mejillas teñidas de un rojo intenso agradeció entre balbuceos a Hoseok. Estaba a punto de coger el bloc, pero éste último lo tomo y admiro el paisaje en el que la chica había estado trabajando. Detallo cada pequeño trazo que había y lo increíblemente colorido que era. Incluso pensó que la realidad con la que Young Ji veía los edificios un tanto descuidados de la preparatoria hacían una imagen totalmente diferente a la que él se podría haber imaginado.

—Está increíble— halago sincero tendiéndole el bloc con una sonrisa.

Young Ji sintió la sangre helada y los dedos temblorosos. Soltó un suspiro a pesar de que Hoseok se encontraba a escasos dos pasos de ella y lo tomo.

—Gracias — fue lo único que logró decir sin que se le quebrara la voz por el susto. Metió sus cosas en la mochila y creyendo que él se habría marchado después del agradecimiento volvió a sentir su corazón pendiendo de un hilo. Él seguía ahí viéndola.

—¿Cómo es que dibujas los edificios de color violeta y lucen genial? — Hoseok dejó escapar esa duda que no pudo contener desde que vio el dibujo. Le pareció fascinante que el paisaje retratado no tenía los colores que normalmente colocarías, marrón para la madera, verde para las hojas del árbol y gris para la fachada de los edificios. Ella colocaba colores que para él resultaban cautivadores.

A Young Ji la tomó desprevenida esa pregunta, ya que sinceramente no había pensado eso antes. Dibujaba lo que le daba la imaginación y sentía que en ese pequeño trozo de papel tenía la completa libertad para crear una realidad diferente a la que vivía. Cambiar los colores de su realidad era lo que mejor podía hacer a través del papel y el grafito.

—No estoy segura — sujeto su mochila en su hombro y viendo hacia su muñeca notó que faltaban solo cinco minutos para que su próxima clase empezara. —Debo irme. — quiso decir otra cosa, pero sentía que por esa mañana había sido más que suficiente, se despidió con una corta reverencia y girando sus talones se dirigió a su salón.

En su trayecto por el pasillo decidió muy cobardemente que esa sería la última ocasión que se sentaría en aquel lugar pues ya no sería privado y temía que Hoseok se acercara de nuevo a ella y descubriera la otra división de retratos de él que tenía en el bloc. No solo estuvo más que nerviosa al ver que Hoseok cogía su bloc, sino que su temor se intensificó por miedo a que él lo hojeara, eso de verdad habría sido el final para ella.

El pelinegro se sintió confundido por la actitud fría que había tomado la chica, pero finalmente le dio la razón al notar que había sido demasiado confianzudo por acercarse y entablar una conversación con alguien que parecía ser más bien callada.

Ese día, en el trascurso de la tarde ambos se acordaron de aquel torpe encuentro y aunque Young Ji se negaba a creer que de verdad había ocurrido, Hoseok sonreía intrigado por un secundo acercamiento. Él de verdad estaba interesado en el arte de aquella castaña y esperaba verla sentada bajo aquel sauce en su siguiente día de ensayo. Él solo pretendía saludar con un leve inclinamiento de cabeza y quizá algún día volver a preguntarle más acerca de sus obras.









Parte añadida que creía que le daría más sustento a la historia, ¡espero les guste!

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