Math nunca pensó que se encontraría en un hospital aguardando por otra persona, y más específicamente, por su padre.
Su padre y él no eran la definición de unidos, si era honesto Math no sabía muy bien que sentir por él, ¿cómo sientes algo por una persona a la que realmente no conoces? Era su padre, lo lógico era que debía quererlo, pero le costaba hacerlo cuando rara vez lo veía en casa.
Cuando era más pequeño recordaba preguntar a su madre a dónde se dirigía el hombre con tanta regularidad, a lo que ella siempre respondía:
—Cuando seas más grande lo entenderás.
Pasaron los años y Math aún seguía sin entenderlo, aunque se había resignado a preguntar, porque la respuesta siempre era la misma, sólo que se había modificado un poco con la excusa de que se marchaba al trabajo. Tampoco era apegado a su madre, la verdad era que a veces solía preguntarse en días de aburrimiento si acaso ambos habían planeado tener hijos, o si acaso fue algo que surgió y a lo que no pudieron dar marcha atrás.
Pero estando en el hospital sus pensamiento no se dirigieron a eso, sino a los terribles sucesos que habían ocasionado que su padre acabara ahí.
Math estaba furioso y sentía la impotencia anidar su interior, quería hacer algo provechoso (como buscar al malnacido que había disparado) en lugar de estar sentado en la Sala de espera aguardando por unas noticias que sabía que tardarían en llegar.
Fox se había marchado, Eileen estaba dormida y su madre tenía la mirada fija en el suelo.
Los párpados de Math acabaron por volverse pesados como el plomo para luego cerrarse permitiéndole a su mente introducirse en un gran y profundo sueño.
Math nunca soñaba con nada, y esa noche no fue la excepción. Cuando despertó lo hizo con el sonido del grito de un niño, al principio se sintió desconcertado pero al abrir los ojos y permitir que sus sentidos percibieran su alrededor con plenitud pudo advertir en que el niño que había sacudido sus sueños era uno que estaba haciendo una rabieta para evitar recibir una vacuna.
Restregó sus ojos y esbozando una mueca de dolor en sus labios se incorporó en su asiento, ¡que incómodo había sido dormir en esa posición! Además, su cuerpo aún no se olvidaba de los golpes que había recibido hace tan poco, Math había querido restarles importancia por el hecho de que ahora no los veía como algo relevante pero debía admitir que realmente era frustrante sentirse así.
Aún no era de día, debía ser un poco más de la madrugada, no muy tarde pero seguía siendo bastante temprano para sus estándares.
Fox aún no volvía, Eileen estaba ensimismada en una entrevista y su madre roncaba en el asiento a su lado.
Entonces la puerta a la Sala se abrió y de ella entró un apesadumbrado Fox que caminaba hacia ellos con paso arrastrado. Math no era el tipo de persona que demostraba mucho cariño a sus hermanos, pero habían casos, como el de Eileen y el de Fox en ese mismo instante, que sacaban a relucir un lado sobreprotector de él que no reconocía del todo.
—¿Qué sucede? —demandó saber al ver la consternación de su hermano.
Su madre despertó súbitamente y se incorporó en su asiento, como si todo ese tiempo hubiera esperado el momento adecuado para hacerlo.
Fox no respondió nada y pasó a sentarse en la silla vacía que había dejado antes de irse.
Su pelo estaba desordenado, su ropa era la misma de la fiesta y estaba desarreglada, y su postura era ligeramente incorvada con un semblante que no parecía reparar en esto, lo que hizo que Math comenzara a divagar en hipótesis que podían explicar lo que le había sucedido, aunque aún no encontraba ninguna lo suficiente coherente.
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Fuera De Guión © [COMPLETA]
Novela JuvenilLa familia Foster puede definirse en una sola palabra: Solitaria. Los tres hijos de la familia son afamados por no tener amigos. Sin embargo la llegada de particular niño marcará el inicio de una serie de sucesos que los Foster nunca antes habían ex...