Capítulo 1. Maldición Foster

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Era temprano por la mañana, y la Sra. Foster se encontraba sentada en el comedor leyendo tranquilamente el periódico cuando tocaron a la puerta.

Ella alzó una ceja con curiosidad y cierta sorpresa, pues no esperaba a ningún invitado y menos a esa hora del día. Aún así se puso de pie y con cierto recelo caminó hasta el umbral, y se asomó cuidadosamente por la ventana al lado de la puerta. Había un niño esperando en la acera, con un par de ojos verdes brillando y admirando la casa, y con el pelo castaño tan revuelto como si alguien le hubiera pasado una aspiradora por él.

No sabía por qué motivo un niño esperaba tras la puerta, era claro que no era un amigo de su hijo menor, porque, aunque le doliera admitirlo, él era alguien realmente asocial y que nunca pero nunca llevaba amigos a la casa. La Sra. Foster suspiró y abrió la puerta al darse cuenta que el niño no parecía tener intenciones de irse.

—¿Quién eres? —preguntó al verlo frente a frente, procurando no sonar muy cortante.

El niño sonrió haciendo que un par de houyelos resaltaran en su piel.

—Hola —dijo él—, mi nombre es Charles Hall, y como su más reciente vecino quise pasar a saludar.

La Sra. Foster se cruzó de brazos con gesto analítico, escudriñando más a fondo a aquel extraño niño. Tenía pecas por toda su cara y su ropa era limpia y ordenada. Nunca antes lo había visto, lo cual era decir mucho, pues conocía y recordaba a gran cantidad de personas incluidos a sus respectivos hijos.

—¿A qué casa te mudaste? No recuerdo que algún vecino dejara libre la vacante.

Charles negó con la cabeza, y su rostro adquirió un toque nervioso y triste, una combinación muy extraña.

—Me mudé aquí con mi tía, una lejana. Seguro la conoce, es la Sra. Anderson.

La Sra. Foster asintió con la cabeza.

—Claro que la conozco, no hay nadie por aquí que no conozca a esa mujer —parecía querer añadir algo más, pero se calló abruptamente, y cuando continuó lo hizo en un tono más bajo y apacible—, ¿de verdad te mudaste con ella? No es que me incumba.. Pero no creo que ella sea precisamente apta para el cuidado de un niño.

Charles se encogió de hombros y bajó la cabeza.

—Realmente no tengo opción.

Su tono era apesadumbrado y melancólico, y por lo mismo la Sra. Foster decidió no preguntar más.

—Bueno —dijo tras unos minutos en silencio—, gracias por venir a saludar, realmente eres un joven muy educado. Yo soy la Sra. Foster. Debo irme, pero vuelve cuando gustes, supongo que si eres nuevo ya debes haberte inscrito a una escuela, pues prepárate temprano a ella para no llegar tarde.

Charles sonrió levemente y asintió, dándose la vuelta y volviendo de donde supuso que había venido.

La mujer soltó un suspiro un poco dramático para cuando él ya se había marchado, pensando en la trágica suerte del niño. Pues, aunque no quería hablar ni pensar mal de la Sra. Anderson, la verdad era que su temperamento era potente y no muy agrdable. Había perdido a su esposo hace un par de años así que debía su actitud a ese suceso, pero no dejaba de ser una personalidad irritante y áspera que alejaba a cualquiera que intentara acercarse con buenas intenciones.

Sacudió estos pensamientos de su mente, y regresó al interior de su casa, cerrando la puerta detrás de sí con un golpe sordo.

Recuperó su periódico y su asiento, y volvió a perderse entre las noticias y los hechos más recientes.

Fuera De Guión © [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora