—¿Están seguros? ¿No les traerá problemas?
—Vamos, Jade. Será divertido. —Kagami tira de mi mano arrastrándome fuera del instituto antes de que D'argencourt nos atrape.
Estábamos por dirigirnos a los camarines para cambiarnos antes de la práctica de esgrima, cuando les mencioné que podríamos ir a comer algo después; sin embargo, Adrien dijo que no podría por sus lecciones de chino, a lo que Kagami propuso escaparnos e ir a por algo ahora.
No es que la idea me moleste, porque tampoco es como si tuviera algo mejor que hacer, pero ¿se imaginan que nos atrapen y que Gabriel y Tomoe les prohíban juntarse conmigo por "mala influencia"?
No sé si me agradaría la idea de tener a Hawk Moth asechándome.
Caminamos hacia el canal de Saint-Martin, para buscar a André. La azabache nos va contando sobre su vida en Japón y de lo extraño que se le han hecho algunas cosas de Francia.
La verdad, sólo me costó una semana, unos cuantos combates y bastantes chistes malos para que la primogénita de las Tsuguri comenzara a considerarme una amiga y gracias a los dioses del olimpo, se tomó bastante bien el hecho de que estoy saliendo con Adrien; sin embargo, el escudo que pone a su alrededor no evitó que pudiera ver la decepción y desilusión en su mirada cuando me lo preguntó.
—¿Entonces, es verdad que tienes más años en Japón que aquí? —pregunto. Suelta una pequeña risa antes de responder, la que creo que es por mi cara de sorpresa y confusión.
—No, eso aplica en Corea y China. En Japón dejó de usarse hace décadas.
—¿Y cómo funciona? —Doblamos en una esquina cuando Adrien pregunta, dejándonos sólo a dos calles de nuestro destino.
—Cuando naces, ya tienes un año porque cuentan el tiempo del embarazo como el primero. Luego continúan normalmente, a menos que hayas nacido cerca de diciembre.
Subimos los peldaños hasta quedar de frente al carrito. Su dueño nos recibe con una sonrisa.
—Hola, André.
—¡Adrien, que alegría verte! Y veo que esta vez vienes muy bien acompañado. ¿Será que una nueva pareja se ha formado? —Canturrea con emoción—. ¿Cómo se llaman las señoritas que te acompañan en este bonito día?
—Kagami Tsuguri —hace una pequeña reverencia al presentarse, a modo de respeto.
—Jade Clarson —nos sonríe a ambas y toma su cuchara para introducirla en la heladera—. ¿Es cierto que su helado es mágico?
—No me dicen el heladero del amor por nada, señorita y por lo que veo, hoy tenemos tres maravillosas combinaciones. ¿Les gustaría que se las prepare o prefieren sus helados individuales? —Veo a Adrien abrir la boca para responder, pero se apresura a continuar—. ¡Ya se! Naranja y menta, —señala al rubio y Kagami con su cuchara— un par perfecto que éxito tendrá o chocolate y menta, —apunta al alter-ego de Chat y a mi—para refrescar un par de dulces corazones. A menos, que la persona que les atraiga sea la opuesta, lo que nos lleva a la naranja y el chocolate, —con la asiática compartimos una mirada— el equilibrio perfecto entre lo agrio y lo dulce.
¿Yo y Kagami? O sea, no es que me moleste, pero... Eso es lo mismo que le va a decir con Marinette. ¿Será porque soy su única amiga hasta el momento?
—Elijan ustedes, no entiendo lo que dice —la azabache ríe.
—Si, Adrien. Dijo tantos sabores que lo único que quiero es probarlos.
—Danos tres helados, André. Lo que elijas está bien. —El heladero chilla de la emoción y se dispone a preparar las copas.
—Naranja y mora azul para Kagami, pistacho y chocolate para Adrien y menta y durazno para Jade —el rubio se dispone a pagar y nos alejamos—. Que tengan una linda tarde.
—Igualmente.
—Adiós, André.
—Gracias —respondemos al unísono.
Nos sentamos en la orilla del río con los pies colgando, dejando nuestras mochilas a un lado.
—¿Cómo es eso de que sus helados son mágicos? —pregunta Kagami.
Adrien está sentado en medio, por lo que decido subir un pié al pavimento para quedar de frente a mis amigos.
—Dicen que si una pareja prueba uno de sus helados, se amarán por siempre —cuando habla, los orbes esmeraldas del rubio brillan de forma particular.
—No creo en esas cosas, pero su helado es fantástico —asiento con la cabeza, dándole la razón a la azabache—. ¿Te inscribirás para el día de la amistad?
—¿Qué es eso? —La miro con confusión, mientras llevo otra porción de helado a mi boca. Esto es lo mejor que he probado.
—Cada año se organiza una especie de busqueda del tesoro en la que te asignan una persona al azar con la que tendrás que ir cumpliendo misiones. El premio es conocer a una celebridad y este año me eligieron a mi —dice con gracia.
—Pero, ¿para qué querría participar si convivo a diario contigo? —me burlo.
—Para hacer nuevos amigos, tal vez —obvia la asiática—. Ese es el principal objetivo de esto.
—Pero, ¿qué pasa si me toca con alguien como Lila? No estoy muy segura de querer pasar toda una tarde junto a ella —la mirada de Kagami brilla por la confusión, por lo que comienzo a explicarme—. Lila es una chica de nuestra clase que miente bastante. Creo que ya la conoces; cabello castaño y largo, viste de naranjo, medio italiana y finje humildad —asiente con la cabeza, dando a entender que la recuerda.
—Tampoco me agrada.
El rubio termina su helado, saca su teléfono y mira la hora—. Creo que debemos irnos. En cualquier momento llegarán a buscarnos.
Nos levantamos y coloco mi mochila en mi hombro. Le doy la última mascada al cono y tiro las cucharas en el cesto que se encuentra a unos pasos de nosotros.
Caminamos de vuelta al instituto charlando de banalidades y esperamos fuera para que pasen por ambos chicos. Kagami es la primera en irse y cuando llega el gorila, Adrien se ofrece llevarme hasta mi hogar.
Acepto con una sonrisa y en el trayecto me va contando del videojuego que hizo Max hace unas semanas. Dice que es fantástico y que debería jugarlo.
Me despido con una sonrisa de ambos y entro al edificio.
Apenas cierro la puerta detrás de mí, el pequeño kwami aparece de brazos cruzados, mirándome acusatoriamente.
—Me indigna que no me hayas guardado ni un poco de tu helado para enamorados. Siempre te comparto dulces, pero tu no eres capaz de llevar disimuladamente la cuchara hasta tu bolsillo.
Lo observo por unos segundos. ¿Le habrá bajado que anda tan sensible?
—¿Te das cuenta de que no había forma de darte con Kagami ahí? —Paso por su lado y camino hasta la cocina. Reviso las gavetas y contemplo lo vacías que están.
Saco dos revanadas de pan, el queso que queda y y la leche.
Me doy la vuelta y me encuentro con su atenta mirada.
—¿Tienes hambre? Te puedo preparar algo, si no estás lo suficientemente molesto como para comer.
—Acepto tus disculpas en forma de comida. Además, jamás es un mal momento para comer.
Voy y saco otra revanada de pan para hacerle un sándwich.
—Mañana tendremos que ir de compras después de la escuela.
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Este no es mi mundo [Miraculous ladybug]
FanfictionHace un tiempo, decidí entrar a una casa abandonada para ver lo que causaba una misteriosa luz. ¿Consecuencias de este acto? Quedé atrapada en París. ----------☯️---------- La mayor parte de los personajes de este fanfic no son de mi propiedad; pert...