III. Tomar al toro por los cuernos pt.3

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—Vaya ¿ya terminaste de devorar a nuestro gatito? —ahí estaba el moreno, sentado en la salita tomando un vaso de vino tinto. La sonrisa socarrona imposible de obviar.

Orion sin embargo, lo pasó de largo y se sentó en el sillón frente a él.

—¿Por qué te fuiste?

—¿Sabes? Podrías ser más amable sino quieres que te reporte  —mencionó con ligereza. El moreno se había colocado la camisa de nuevo y parecía preparado para marcharse en cualquier momento.

Orion miró el carrito que contenía la cena prolijamente servida y el vino abierto a su lado. A decir verdad, no fue consciente del timbre ni mucho menos de la conversación que seguramente compartió Hydrus con el empleado de servicio.

—No hay nada que reportar —miró a su compañero inquisitivamente, el moreno frunció el ceño y bufó exasperado.

—Te conozco, jamás rompes una regla ni el protocolo —dijo sincero Hydrus, nunca creyó que llegaría el día en que viera a su amigo perder el control, mucho menos con un joven amateur. Infinidad de veces había sido testigo del poder que poseía sobre los demás, nunca dejaba que se le acercaran demasiado, siempre era él quien comandaba la sesión, inflexible a los deseos del acompañante.

Ahora solo veía a un hombre perdido en sus pensamientos.

— Solo será por esta ocasión —aseveró en voz baja, sirviéndose una copa.

A su amigo le picaba la curiosidad pero sabía que ese no era momento para increpar con preguntas. Dándose por vencido, caminó hasta él y le dio un par de palmadas en el hombro.

—No diré nada, pero tu y yo tenemos una charla pendiente.

—Bien, gracias amigo.

Hydrus soltó una risa ronca y salió del lugar, pronto Orion estuvo solo en la sala. Ya eran las 9:25 p.m, en su horario normal estaría saliendo del cuarto de hotel como acostumbraba la rutina. Pero esa noche no era normal y todo gracias a su dulce acompañante.

Suspirando volvió a la habitación, no se sorprendió cuando encontró a Kitten durmiendo. Su rostro sonrojado dibujaba una expresión llena de serenidad, parecía un ángel descansando, tan tiernamente que el pensamiento de romper con su tranquilidad sonaba al mayor pecado cometido.

—¿Cómo caíste aquí, gatito?

Jimin suspiró y se dio la vuelta, enterrando el rostro en la almohada. La sábana se deslizó por el blanquecino cuerpo, dejando al desnudo la mitad del cuerpo, Orion a pesar de sentir la llama del deseo aun insistente, optó por tapar al menor después de darle un beso en la espalda baja, ahí donde los hoyuelos gemelos se encontraban.

No perdió el tiempo y fue al gran baño, mojó con agua caliente una toalla pequeña y destapando el cuerpo de Kitten pasó la tela por su trasero y estómago, recogiendo cuidadosamente todo rastro de semilla. Recogió el rosario y lo colocó de nuevo en su maleta, minutos después había dejado la habitación prolija de nuevo.

En contra de su juicio se acostó a su lado, rodeando con su fuerte brazo la cintura del menor, diciéndose a sí mismo que solo lo acompañaría una hora más antes de irse.

Poco después cayó en un profundo sueño.


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Cuando el calor escaló por su cuerpo y embotó su cabeza Jimin se removió en la ardiente jaula que lo aprisionaba. Sus ojos aún no estaban abiertos, pero sus sentidos fueron más rápidos al despertar del letargo. Confundido por haber dormido enredado en las sabanas, trató de liberarse de ellas pateando la delgada tela, sin embargo una mano grande tomó su pierna impidiendo cualquier movimiento.

Kitten ⤷ 𝑵𝒂𝒎𝑴𝒊𝒏 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora