Epílogo

572 86 46
                                    

***CINCO AÑOS DESPUÉS.

Eddie.

Cierro los ojos inhalando el aire fresco de verano, el clima era muy diferente al de Inglaterra, pero sin duda, el de Arligton sería siempre mi preferido.

Bajo las maletas pesadas con la ayuda del taxista. Camila ve su celular con gesto aburrido; no le agradaba mucho la idea de venir aquí, donde sus amiguitas no estuvieran. Los diecinueve años le habían sentado de maravilla, sin duda, una hermosa castaña con curvas escandalosas, su belleza era exótica.

—Camila, ¿puedes ayudarme?— pregunto haciendo maniobras elaboradas para poder bajar las maletas y pagarle al taxista. La castaña se gira en mi dirección rodando los ojos.

—¿Crees que él esté ahí?— pregunta señalando la casa que una vez compartimos con papá, una donde viví mis mejores momentos de niña.

Achino los ojos al oír como remarca la palabra "él".

—No lo sé, Nat me ha dicho que pasa muy ocupado con su trabajo— me encojo de hombros restándole importancia (aunque la verdad era que moría de los nervios por verlo).

Después de cinco años habíamos regresado. Mamá se quedó con su hermana, cuidando su salud.

Sonrío al pensar en ella. Irnos fue la mejor decisión que pudimos tomar, mamá recibió el tratamiento muy bien, luego de un año, estaba feliz, renovada. Pudimos hablar como dos personas civilizadas. Me habló de lo mucho que extrañaba a papá. Una día pasamos toda una noche charlando de tonterías sin sentido, terminamos llorando y diciéndonos lo mucho que nos amábamos.

Camila aún estaba estudiando en la universidad. Había optado por estudiar pediatría, dijo algo sobre amar a los niños y bla bla bla. Estaba en Estados Unidos por tiempo limitado —cosa que me entristeció al oírlo—.

Natalie se había empeñado en hacer una tonta fiesta de bienvenida, por más que me negué, no me escuchó. Era esa la razón por la que, detrás de esa puerta, estaban mis amigos esperándonos, con globos y de seguro, con un enorme pastel horneado por la mismísima Judith.

Sí, mi mejor amiga ahora era una famosa repostera. Todas las personas amaban sus ricos postres y ahora se encontraba apunto de abrir su segunda sucursal. Era increíble.

Ah, por cierto. Jud y Tristán llevaban medio año de casados. Con Bridget en camino —sí, su hermosa bendición—. La castaña se veía hermosa con cinco meses de embarazo.

Tristán se había graduado el año pasado en finanzas. Era todo un hombre de negocios. Al fin tenía lo que tanto había deseado: una hermosa familia, con un estupendo trabajo.

Eloy, ¿que puedo decir de él? Es un maravilloso padre. Richard apenas cumplió un año el mes pasado. Es un hombre increíble, aunque lo idiota no se le quita. Sí, Lily aún sigue aguantando sus idioteces. Como era de esperarse, Richi era una cabeza más de zanahorias.

Dylan y Lucas estaban en una asombrosa relación amorosa —estable— los dos se amaban como locos. ¿Lo mejor? En dos meses era su boda y yo seré la fabulosa madrina.

—¡SORPRESA!— gritan todos al unísono cuando entramos a nuestro hogar. Suelto una carcajada al ver como Eloy se despierta asustado en uno de los sillones con Richi encima de él.

—En teoría, no es sorpresa, porque ya lo sabíamos— bufa Cami. Tristán rueda los ojos despeinando su cabello.

—Aguafiestas. La edad te está afectando.

—La paternidad te ha vuelto idiota (más de lo que ya eras)— finge una enorme sonrisa acercándose a Jud para acariciar su estómago.

—No veo fallas en su lógica— opina Luck. Sonrío como una niña pequeña al verlos.

In My Skin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora