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Jeremy

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Jeremy.

—Tienes que abrirla más, yo sé que entrará— suplica Eloy. Eddie intenta abrir aún más la boca para darle acceso al rubio.

—Déjala. La estás ahogando— Tristán ríe mientras ve la lucha de Eloy.

El chico sigue con la tarea que se ha impuesto, sin importarle que Eddie le de un colapso por sus idioteces. El castaño a mi lado no para de reír mientras yo por el contrario, sigo comiendo despreocupadamente.

—Eres un asqueroso. Eloy ya déjala, se está atragantado— ordeno con el ceño fruncido. Estoy harto de que siempre actue como un niño de diez años.

Esta vez su atención se posa en mí. Rueda los ojos al tiempo que se deja caer en la silla. Tristán suelta una carcajada burlona, eso provoca quel rubio tire una fresa en su dirección.

—Eres una pésima aprendiz, ¡¿solo nueve fresas?! Tu boca es demasiado pequeña Eddie, no ganaremos la apuesta —se lamenta Eloy mientras finge llorar.

Ruedo los ojos mientras sigo comiendo de mi yogurt. Miro distraídamente a mi alrededor, la mayoría de los adolescentes del instituto están en mesas de la cafetería comiendo, otros hablan entretenidos, algunos incluso hacen sus tareas.

—¡Eres un idiota Eloy, casi muero asfixiada por tu culpa! —chilla Eddie. Toma una fresa y la lanza justo en el rostro del chico.

—Bueno, nadie te obligó trocito de pan— canturrea mientras le da un golpecito suave en la frente.

—¿Pueden dejar las bobadas? —pregunto con un resoplido. Eran mis amigos, disfrutaba de sus compañías pero a veces sus comportamientos me sacaban de quicio.

—Chicos ¿no me defenderán de este callejero sin vida ni dignidad? —pregunta la morena haciendo un puchero refiriéndose a Eloy.

Tristán suelta una risa.

—Ven acá —le llamo al mismo tiempo que hago la silla hacia atrás para darle oportunidad de sentarse en mi regazo. Ella obedece sin rechistar.

—¿Estudiaron para la exposición de hoy, chicos—  Todos dirigimos la mirada hacia la dueña de la voz y nos encontramos con Judith sonriendo de pie junto a la mesa.

Sonrío como idiota al verla, pero rápidamente me repongo aclarando mi garganta. Por suerte nadie estaba mirándome.

Judith Lowell era la chica de la que llevaba siete años enamorado. La novia de Tristán también.

Empecé a sentir cosas por ella cuando éramos unos críos. Estaba aterrorizado con solo pensar que podría gustarme mi mejor amiga. Supe que estaba jodidamente perdido cuando moría de celos al verla con Tristán o cualquier otro chico.

—¿Me das un beso? —pide Tristán. Ella sonríe obedeciendo su petición.

—¿Me das un beso? —se burla Eddie imitando la voz varonil del chico. Jud rueda los ojos. Tardo unos segundos en darme cuenta que es a mí al que se dirige. Sonrío al tiempo que lamo la comisura derecha de sus labios.

In My Skin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora