Debo ser una rara especie en el mundo: 23 años, virgen y a punto de terminar mi carrera musical. Por fin me han admitido en el conservatorio de Florencia (Italia) y, cuando he comenzado a colocar lo que será mi futura habitación, mis ojos han ido directos al chico sin camiseta de la ventana de enfrente. "Dios mío, ¡menudo quesito!"