3 ¿Lluvia en Murcia?

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Como ya sabía, en casa no había nadie, mi abuelo ya había comido, supongo que a las dos del mediodía, pues había dejado su plato en la mesa de la cocina; yo, en cambio, tendría que acostumbrarme al nuevo horario de España. El instituto terminaba a las dos y cuarto, y esta era la hora habitual de comer aquí.

Comí rápida y me puse al día en las materias que había dado ese día, quería estar lista para seguir explorando el entorno y ya de paso, hacer algunas fotocopias para el instituto. Cuando salí a la calle mis deseos de explorar se vieron algo perturbados por el tiempo. Había vivido lo suficiente en un país lluvioso, como para saber que se avecinaba agua y por la pinta de esas nubes, iba a ser una buena tormenta. Definitivamente la suerte no era amiga mía, supuestamente ésta era una zona con alto riesgo de sequía...

Hice las fotocopias en la librería que había cerca de mi casa y a mitad de camino, el agua de lluvia empezó a hacer su cometido, primero muy flojo y más tarde, caía a cantaros. Fui andando por la baldosa, bajo el gorro de mi chaqueta y protegiéndome lo mejor que podía, aunque sin conseguirlo realmente, porque hasta las fotocopias se estaban mojando.

Al principio no lo reconocí, pero me quedé anonadada cuando me lo encontré sentado en mi portal. Jamás hubiera esperado encontrarme a nadie allí sentado y por supuesto, muchísimo menos a él. ¿Cómo había descubierto dónde vivía?

–¿Javi?

Javi se levantó en el acto. Lo pillé totalmente desprevenido.

–Ah, hola Veronika. –me saludó como aliviado.

–Lo siento, no pretendía asustarte. –le sonreí.

–No tranquila. –movió la mano como para restarle importancia.

–¿Y qué haces aquí? –le inquirí divertida.

–Creo que es obvio, ¿no? –se burló encogiéndose de hombros.

Yo miré en rededor y sonreí tímidamente. Si para él era obvio, estaba claro que me había perdido algo importante, algún detalle.

Nos quedamos mirándonos durante unos segundos más, hasta que descubrí que él no iba a decir nada más.

–Bueno, pues ya que decidió llover hoy me tocará ponerme al día con el instituto. –me encogí de hombros.

Realmente no tenía ni idea de qué más decir, todavía no sabía qué era tan obvio, según él.

–¿Tenías otros planes? –inquirió interesado.

–La verdad es que sí. Pretendía merodear un poco. –sonreí.

–¿Otra vez por Los Mesegueres? –preguntó algo molesto.

Yo fruncí el ceño ante su respuesta malhumorada. Estos españoles cogían confianza demasiado pronto.

–Pretendía conocer algo más.

–¿Cómo qué?

Cada vez flipaba más con este chico.

–Iba a dejar que Santomera me sorprendiera. –le confesé sin mucho énfasis.

–¿Nadie de tu familia conoce Santomera? –preguntó enarcando las cejas.

–Sí, mi abuelo, pero está demasiado enganchado al reencuentro con sus amigos.

Sonrió.

–Y, ¿vives con tu abuelo y tu tío nada más? –dijo serio, pero mirándome con curiosidad, como vigilando mi reacción.

–Tengo padres. –le sonreí –Pero ellos están en Alemania.

–¿Y por qué vinisteis a vivir aquí, sin ellos?

Secretos y Mentiras (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora