8 Promesas

10 2 0
                                    

Llegamos a un descampado, todo a nuestro alrededor estaba seco, sin naturaleza... El cielo estaba despejado, ninguna nube. Nosotros permanecíamos apalancados en su moto, esperando a sus amigos mientras bebíamos algo de color rojo llamado "sangría".

Durante el camino no pude evitar mantener mis ojos cerrados, así podía concentrarme mejor en su aroma. Olía a intenso, apasionado y agradable. Y ahora que esa bebida estaba realmente subiéndoseme a la cabeza, su olor estaba quedándoseme grabado.

–¿En qué estás pensando? –interrumpió mis fantasías.

–En tu olor. –fui del todo sincera.

Lo reté silenciosamente con mi respuesta. El próximo que daría un beso o suplicaría darlo, sería él.

–Me parece bastante intenso. –levanté una ceja y sonreí disimuladamente por su reacción de sorpresa ante mi respuesta.

<<Creo que esa bebida roja hace bien su efecto>>. Me reí en mi fuero interno.

–¡No intentes jugar conmigo! –me advirtió divertido mientras negaba con la cabeza.

–¿Yo jugando contigo? –pregunté inocentemente.

–Hemos avanzado mucho y no está bien. Hay que hacer las cosas bien. –dijo autoritario y serio nuevamente.

–¿Siempre estás dando órdenes, Javi? –me quejé.

–No te estoy ordenando nada.

–Pues tu tono no dice lo mismo.

–Puede que tengas razón en cuanto a mi tono. –relajó el tono de su voz.

–Al menos eso sí que lo reconoces. –le lancé otra indirecta.

–¿Soy tan malo por querer hacer las cosas bien? –levantó más el tono de voz.

–¿Qué hay de malo en que sientas algo más por mí?

–¡Dios! No entiendes nada. –balbuceó malhumorado.

–Es por Marina...

Me miró enojado y algo perturbado.

–Si en algo he destacado siempre entre los míos y mi familia es porque nadie conseguía desquiciarme, siempre podía mantener la mente fría, pero parece que por fin he encontrado a esa persona. –resopló dedicándome una mirada de soslayo.

–Eso no contesta a lo de Marina. –le recordé.

–¿En serio? –me preguntó alucinado.

–Sí.

–Creo que Marina está más en tu cabeza que en la mía. –mostró un atisbo de su sonrisa burlona.

–Es increíble, lo bueno que eres para evitar dar respuestas. –le reclamé.

–Hagamos las cosas a mi manera. Y deja de beber, anda. –miró con desprecio la misma "sangría" que él me había comprado.

–¡Oh! Ahora tampoco puedo beber, ¿no?

Seguía necesitando esas palabrotas españolas para das más énfasis a mi enfado.

–¡Deja ya de estar a la defensiva, joder! –exclamó.

Puede que estuviese siendo sincero cuando decía que le era difícil perder su compostura, excepto conmigo.

–¿Perdona? –expresé alucinada todavía.

–Vale. –dijo más calmado mientras me enseñaba las dos palmas de sus manos –Creo que esto se nos está yendo de las manos.

–Ya lo creo que sí. –le respondí seria.

Secretos y Mentiras (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora