22 Sanando el pasado

9 2 0
                                    

Viky me llamó por la mañana, para comunicarme que no podría venir a mi casa porque tenía que ir a recoger a su hermano pequeño, a casa de un amigo y la tenía que acercar Alex.

Dima subió corriendo las escaleras hasta mi habitación, tenía su móvil en las manos y me hizo un gesto, como ofreciéndomelo. Eso quería decir que era mi madre, la persona que había al otro lado del auricular.

–¿Hola? –pregunté.

–¡Hola! –contestó mi madre.

–Hola. –sonreí –¿Cómo estas? ¿Al final vienes para Navidad?

–Sí, estoy muy bien, los abuelos también están muy bien, mejor que bien. Tengo una buena noticia...

–¡¿Qué ha pasado?! –la interrumpí excitada.

–Los abuelos vuelven a Rusia.

–¿Cómo?

–Sí, Vera.

–No entiendo.

–Bueno, como tu padre ya ha muerto...

–Eso les da igual. Les seguimos debiendo dinero.

–Dicen que no. Contactaron con una amiga de tu abuela para informarle que nuestra deuda con ellos ya estaba saldada.

–Y entonces, ¿qué va a pasar?

–Los abuelos y yo estamos yendo hacia a Rusia; es decir, ahora mismo estamos en el aeropuerto de Münster, nuestro vuelo hacia Moscú sale dentro de una media hora.

–¡Los abuelos tienen que estar emocionadísimos!

–Sí, lo están. Bueno, Vera, vamos a comprar algo de comer en el aeropuerto, nos vemos mañana o pasado, ¿ok?

–¿Tan temprano vendréis aquí?

–No, venís vosotros.

–¡¿Nosotros, cuándo?!

–He hablado con Dima y ahora mismo estará buscando por Internet vuestros billetes de avión.

–¿Pero volvemos todos a Rusia, viviremos allí? –pregunté un poco angustiada.

–No, bueno, no a menos que tú quieras quedarte allí. La decisión es solo tuya.

–Gracias, mamá. –sonreí.

A esto me refería cuando decía de arreglar las cosas con mi madre.

–Y también quiero agradecerte el haberme obligado para venir a vivir a España.

Dima me miró y me sonrió. Me sentí llena de dicha. Entre lo que había pasado ayer con Javi y esto de ahora, empezaba a ver una luz de felicidad por fin. El mundo es libre, o debería de serlo, tan libre como para decidir dónde y cómo quieres vivir. La vida es muy corta como para desperdiciarla por tan poco.

Acto seguido llamé a Javi, pero su teléfono no daba señal. Seguramente estaba sin cobertura. Llamé a Virginia y su teléfono también estaba sin señal.

<<¿Pero qué pasa con la gente?>>.

Probé con Nadia. Tampoco respondió, aunque su teléfono móvil sí estaba encendido.

–¿A qué hora os vais? –preguntó mi abuelo Tomás.

–A las seis de la tarde. –contesté.

–Y, ¿vas a volver?

–En Rusia no tengo nada por lo que quedarme. –sonreí feliz.

–Y yo espero que esa persona por la que te quedas aquí, sea yo.

–Por supuesto que sí. –le confesé con un gran y sentido abrazo. –Por cierto, diles a mis amigas que me fui a Alemania, porque no las pude localizar.

–¿A Alemania? –preguntó extrañado mi abuelo.

–Sí, porque si les dices Rusia habrá más preguntas...

–Está bien. –me aseguró mi abuelo.

–Por cierto, abuelo, siento la necesidad de decirte, que acertaste con tu criterio respecto a Javi.

–Eso ya lo sabía. –contestó guasón –Que dudes de mi intuición me ofende.

Ambos nos reímos mientras nos fundimos en un gran abrazo.

Rusia era tal y como me la habían contado, y de lo poco que la recordaba de mi infancia. Inspiré hondo, llenando mis pulmones del oxígeno de Dolgoprudny. Mi tierra, mis raíces.
Sonreí en mi fuero interno.

<<Os he perdonado>>.

–No te parece hermoso el paisaje. –me preguntó mi abuela en ruso.

–Sí, lo es. Rusia es realmente hermosa. –le contesté en ruso.

–Si todo hubiera sido diferente querrías quedarte con nosotros, en Rusia, ¿verdad?

–Si me hubiera criado aquí, supongo que este sería mi país y no me querría ir de aquí.

–Seguro que no lo harías. Rusia enamora, tanto al nativo como al extranjero.

–Mamá, ¿volverás con Dima y conmigo mañana a España?

–No creo, ahora estoy muy liada porque estoy con los trámites para traer de vuelta el cuerpo de tu padre y... eso me llevará mucho tiempo.

–Pero ese procedimiento es muy costoso, ¿nos lo podemos permitir?

–Hemos recibido una donación anónima para ese fin.

–¿Perdona? ¿Y eso no te parece raro?

–Tu abuela dice que Dios hizo caso a sus rezos por fin. Puede que haya sido eso. –sonrió mi madre.

–Sea lo que sea, no deja de ser extraño. El dinero fácil, es peligroso. ¡No lo aceptes!

–No traigas malos augurios, la gente amable y caritativa también existe, Vera, el mundo no sólo lo habitan ogros.

–¿En qué mundo paralelo vives mamá? ¿Y si nos lo reclaman? Jamás podríamos devolver esa cantidad.

–Era una donación, Vera, no era ninguna equivocación del banco. Y si así fuera, una vez en tu cuenta no hay vuelta atrás.

Empecé a negar con la cabeza.

–Olvídate del tema. Sabía que no debería haberte contado nada. –me comentó furiosa.

–Es que me parece increíble. Parece que soy la única que sabe de lo que son capaces esos bárbaros que nos buscaban.

–¿Cómo iban a ser ellos los que nos donaran dinero, Vera? –me preguntó con sorna mi madre.

–Puede que no ellos, pero sí alguien con un fin. El dinero nadie lo regala, el dinero solo trae problemas, el dinero jamás cae del cielo.

–¡Vera, para! –volvió a interrumpirme –Soy la responsable de esta familia ahora que tu padre no está, y ésta es la mejor solución que tengo.

–Haz lo que quieras. Igualmente vas a hacerlo.

Secretos y Mentiras (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora