Agorafobia

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El padre de Mark, después de los 3 años, casi 4, que llevaban ahí, por fin se había dignado a ordenar la habitación que usaban de bodega. Y vaya sorpresa tuvieron al ver el espacio que había en esta.

—Ahí entra una máquina de correr —dijo Mark.

—¿La usarías? —le preguntó su madre.

—Sí... me iría bien.

—Ya la compraré yo... si te entusiasmas podría comprar más cosas —dijo su padre mientras se sacudía las manos sacándose el polvo.

Su cuerpo cada vez tenía más forma y de a poco el ejercicio que hacía iba aumentando.

Y eso a Donghyuck no le agradaba mucho, Mark tenía un cuerpo que a él le gustaba pero consideraba que deberían tenerlo sólo las mujeres. Piernas y brazos firmes, abdominales ligeramente visibles y una cintura pequeña. Y algo más pero no le gustaba hablar de eso, por más que lo mirara con recurrencia.⁹

—No veo una mierda —resopló cerrando el libro que estaba leyendo.

Deberías ir al oftalmólogo.

—Está bien, puedo aguantar sin lentes... —dijo por más que supiera que no era verdad. Su vista estaba borrosa y si quería ver bien debía soportar un dolor de cabeza a cambio.

—Mark —cambió su tono a uno más serio y ambos se miraron fijamente unos segundos hasta que Mark cortó el contacto visual.

—Sí sé...

—Sabes lo que te iba a decir.

—No puedo mentirte.

—Te conozco, por más que te mientas a ti mismo, no puedes mentirme a mí.

—Lo sé.

—¿No has pensado en salir?

—No sé... supongo que no debería tener la misma reacción de antes, han pasado años.

—Te acompaño —Mark lo miró a los ojos y le sonrió. Respiró profundo y asintió, para luego ambos bajar hacia la puerta de la casa a ponerse sus zapatillas. Mark notó la diferencia entre sus converse blancas limpias, con la suela prácticamente nueva y los bordes con un blanco pulcro; y las vans negras de Donghyuck, con los bordes y los cordones prácticamente grises y la tela desteñida.

Rió hacia sus adentros, no recordaba que hasta los cordones se ensuciaban.

Donghyuck abrió la puerta y la suave brisa los rodeó a ambos. El menor salió de la casa y se paró frente a la reja a esperarlo.

Mark observó el marco de la puerta y dio un paso hacia ella, se asomó hacia fuera, observó albos lados y dio otro paso.

Donghyuck abrió la reja y Mark lo siguió con paso dudoso.

Lo siguiente ocurrió en una fracción de segundos, que para el mayor fueron eternos.

Mark levantó su mirada y a lo lejos observó a uno de los amigos de Donghyuck, sus ojos se abrieron lo más que podían y sus pupilas se dilataron para poder ver mejor. Su respiración se aceleró y sentía los latidos de su corazón en sus oídos.

Por más que aquel chico ni siquiera había notado su presencia, él ya podía ver en adelanto como se acercaba a atacarlo.

Con un nudo en la garganta, corrió como pudo dentro de su casa.

Sentía las miradas de esos niños, punzantes como flechas en su espalda.

Escuchaba las risas y los insultos, aún sentía los golpes.

Ellos ahora ya tenían su edad, eran adolescentes, habían crecido.

Y perfectamente podrían lucir como cualquiera que fuera al instituto de Donghyuck.

Sentía una presión en todo su cuerpo, como si todas las manos de ellos, le estuvieran empujando entre sí.

El tiempo no lo sentía real, podía verse a si mismo sentado en el piso llorando y con la respiración destrozada.

Donghyuck cerró ambas puertas rápidamente y casi o igual de asustado que Mark, intentaba ayudarlo.

—¿Mark? ¿Me escuchas? —Donghyuck lo miraba a los ojos, pero la mirada del mayor estaba perdida en el espacio. Su cuerpo estaba ahí, sin embargo, él no—. Mark, por favor, no me hagas esto —el menor no entendía qué pasaba. Sus lágrimas corrían por su rostro sin parar. No entendía por qué su amigo no podía hacer un acto tan simple como respirar.

Mark, por más que lo intentara, ya no tenía control sobre su cuerpo, y entre la desesperación de ambas partes terminó colapsando y perdiendo la consciencia en los brazos de Donghyuck.

—N-no me hagas esto... —rodeó en un abrazo al mayor y escondió su rostro en él, dejando fluir las lágrimas. Soltó un suspiro y en un segundo de lucidez, llamó a la madre del mayor. De todo lo que dijo, sólo escuchó un «voy en camino» de parte de ella—. Hyung, ¿me escucha? —lo movió suavemente y Mark abrió ligeramente sus ojos.

—Donghyuck —sonrió y se tiró hacia atrás.

—Hyung... ¿cómo estás?

—Bien, bien, no te preocupes... —respiraba con calma y mantenía sus ojos cerrados.

Escucharon la puerta ser abierta y se giraron a ver a la madre del mayor entrar por esta.

—Hijo... —soltó un suspiro—. Deja que te lleve a tu habitación —Mark, con ayuda del menor, se levantó  su madre lo tomó en brazos y lo llevó escaleras arriba.

—No sé qué pasó —dijo Donghyuck mientras hablaba con la madre del mayor—. Lo siento mucho, la idea fue mía.

—No pienses así, Mark puede tomar decisiones. Y estoy segura que de haber sabido que terminaría así, no lo hubieras dejado salir. Ahora anda con él, les haré la merienda.

—Gracias —hizo una venia y entró en la habitación del mayor—. Hyung, ¿está seguro que está bien?

—Sí, no te preocupes —Donghyuck caminó hacia la cama y se recostó a su lado.

—¿Qué pasó?

—Nada —Donghyuck lo rodeó en un abrazo por su espalda.

—¿Nada? Mmh...

—Estaba un amigo tuyo cerca.

—¿Quién era?

—La verdad no sé.

—Mis amigos no te harán nada. Debes tenerlo presente.

—Sí sé. No puedo controlar mi reacción.

—Voy a buscarte un buen psicólogo y le diré a tus padres que te lleven allí —puso su rostro en el cuello del mayor apegándolo más a él.

—No tienes por qué.

—Lo hago porque t... quiero —no entendió por qué la idea de decirle «te quiero» al mayor tuvo tanta prominencia en su mente, no entendía por qué iba a decirle eso de una forma tan natural.

—No te sientas obligado.

—Sé que no es una obligación.

—Gracias —tomó una de sus manos y la acarició—. ¿Qué te pasó ahí? —uno de sus nudillos tenía una herida bastante reciente.

—Me pasé a raspar con un muro —Mark sabía que no era verdad, pero decidió no seguir tocando el tema.

Donghyuck sin darse cuenta, ese día estuvo más apegado al mayor, quien por más que lo notó, no se quejó y simplemente disfrutó del momento. Al final el contacto físico era la forma en la que más le gustaba recibir amor.

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「Minjunツ」

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