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Welcome back, darling

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LAS CADENAS ASEGURABAN sus pies y manos al piso, el frío de la desolada y húmeda bodega la estaba haciendo tiritar, pero aún así, finas capaz de sudor recorrían su cuerpo

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LAS CADENAS ASEGURABAN sus pies y manos al piso, el frío de la desolada y húmeda bodega la estaba haciendo tiritar, pero aún así, finas capaz de sudor recorrían su cuerpo. Estaba perdida, sus ojos apenas y podían enfocar una imagen clara del lugar en donde estaba. Y después, como un fantasma que llegaba a atormentarla, el rostro de Valentine cobró forma enfrente suyo. El hombre dijo algo que no pudo escuchar con claridad, pero la sonrisa que le dio a continuación fue suficiente para hacer las nauseas quedarse atoradas en su garganta en poco tiempo.

Quería gritar. Quería moverse. Pero algo le impedía el poder si quiera hablar y las cadenas le proporcionaban muy poco movimiento, sin mencionar que cada pequeño pedazo, célula, rincón de su cuerpo dolía como el diablo.

Despertó de un golpe y de inmediato sintió un punzante dolor en su cabeza y las nauseas que había sentido en su sueño volver a aparecer, está vez en la realidad.
Magnus estaba parado junto a ella, mirándola preocupado. Él había sido quien la había agitado hasta despertar, quien la había traído de vuelta a la realidad, y Colette estaba profundamente agradecida por eso.

—¿Una visión, cariño? —preguntó el brujo en voz baja.

—No, no...fue...fue un recuerdo, creo —había vivido aquella pesadilla ya hace 2 años, y desde entonces, el recuerdo encontraba su camino a los sueños de la muchacha cada cuánto para atormentarla.

A pesar de ser un recuerdo, era tan enfermizo que la dejaba igual que si tuviera una visión, y Magnus, quien se había percatado de esto, con gracia movió una mano cerca de la cabeza castaña de Colette y le ayudó a curar sus nauseas y dolor de cabeza.

Cuando se sintió mucho más ligera, le sonrió al brujo.

—Gracias —susurró con voz dormida—. ¿Qué hora es? —preguntó mirando por la ventana, el sol ya se había puesto en el horizonte, y Colette no recordaba el momento en el que cerró los ojos y dejó al cansancio sobrellevarla.

—Casi medio día —respondió el hombre, alejándose de ella y caminando hacia su barra para servir dos tragos—. Deberías ir a darte una ducha, ¿no tienes una boda a la que asistir? —volvió a hablar una vez que ya se estaba acercando con los dos tragos en cada mano, le extendió uno a Colette, y la chica dio un resoplido.

—No que yo recuerde, no —trató de ignorar el tema de conversación y dio un largo trago al alcohol en sus manos.

—Disculpe, ¿puede ayudarme? —dijo el brujo de repente, haciendo a Colette mirarlo confundida.

𝓜𝓮𝓶𝓸𝓻𝓲𝓮𝓼 ↬ a. lightwoodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora