【 9.2 】

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Impurity

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ESTABA LISTA PARA la misión en la Ciudadela

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ESTABA LISTA PARA la misión en la Ciudadela. Lista y emocionada.

Caminaba por los pasillos del Instituto con la cabeza en alto. Odiaba las miradas de pena que cada Shadowhunter que la veía caminando por ahí le daba. Pero eran cosas que no podía controlar. Lo que sí podía controlar, era el cómo daba la cara a su mundo después de todo lo ocurrido. Y después de días de descanso, de pena y de llanto; estaba lista para volver y cumplir con sus deberes.

—Hola, hola —saludo a la pelirroja que vio al llegar a la Sala de Control, la muchacha, que acababa de colgar el teléfono, se volteó para mirarla—. ¿Vendrás con nosotras?

—Sí. No sabía que tú vendrías también.

—Por favor. Son las Hermanas de Hierro, por nada del mundo podría perdérmelo —sonrió un poco—. ¿Cómo estás?

—No puedo decirte que bien. Pero al menos estoy trabajando en eso —suspiró la chica—. ¿Y tú?

—Igual —levantó los hombros con una mueca, pero pronto le sonrió a la pelirroja. Ella entendía su dolor, por lo que también entendía la necesidad de la chica de hacer algo, de moverse, de trabajar.

Ella estaba sintiendo esa misma necesidad.

Estaba a punto de preguntar por Isabelle cuando otro Lightwood cruzo su campo de visión. Siguió a Alec con la mirada. No habían hablado desde aquella pequeña pelea, y Colette sentía una necesidad carcomiente de pedirle disculpas.

—Vuelvo en un momento —avisó a Clary quién solo asintió, dejándola ir.

Con pasos largos y rápidos, comenzó a casi correr en dirección de Alexander antes de que lo perdiera de vista. No quería irse a aquella misión sin haber hablado primero con el muchacho, si no lo hacía, estaría toda la tarde pensando en él, perdiendo la increíble oportunidad de apreciar en todo su esplendor a las Hermanas de Hierro.

Por suerte, los tacones no eran un obstáculo para ella, nunca lo habían sido.

—¡Alec! —llamó una vez que estuvo cerca.

El pelinegro se dio la vuelta de inmediato al escuchar la voz de la chica. El día anterior no había querido volver a molestarla, no con todo por lo que la muchacha estaba pasando. Y ahora, se sentía terrible como para hablar con nadie. La culpa lo había carcomido en el funeral, y lo seguía carcomiendo ahora.

—Hola —saludo con la voz un poco apagada.

—Hola —saludo ella, con una sonrisa.

—¿Cómo estás?

𝓜𝓮𝓶𝓸𝓻𝓲𝓮𝓼 ↬ a. lightwoodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora