【 11.2 】

360 43 2
                                    

─────── ۪۫ ཻུ۪۪͎.' ───────

In her head

─────── ۪۫ ཻུ۪۪͎.' ───────

POR PRIMERA VEZ en mucho tiempo, estaba teniendo un sueño tranquilo

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.




POR PRIMERA VEZ en mucho tiempo, estaba teniendo un sueño tranquilo.

No había pesadillas, no había visiones, no había hombres brillantes y borrosos pidiendo su ayuda. Por primera vez en mucho tiempo, pudo descansar de verdad.

Sin embargo, unos leves golpes en la puerta fueron suficientes para despertarla.

Abrió los ojos despacio, adaptándose a la realidad. Los toques volvieron a repetirse, y esta vez, fueron seguidos por una voz conocida con acento italiano.

Bella, ¿estas ahí?

Se tomó un momento para encontrar su rasposa y recién levantada voz. Y entre un bostezo, contestó.

—Sí, pasa.

El muchacho lo hizo, y la puerta se abrió lentamente. Primero mostró su cabeza, luego, cuando Colette se sentó en la cama y le dio una pequeña sonrisa dormida, entró por completo, cerrando la puerta detrás de él.

—Wow, parece que alguien tuvo un buen sueño —rio con una genuina sonrisa mientras se sentaba al borde de la cama de la chica.

Colette asintió mientras se sobaba el sueño de los ojos. Bostezó una vez más, y luego miró a su amigo con los ojos ya abiertos por completo.

—¿Qué haces aquí tan temprano?

—¿Tan temprano? ¿Qué horas crees que son? —rio el muchacho con gracia.

—No lo sé, ¿7? —Colette no solía levantarse jamás, tuviera o no tuviera un buen sueño, después de, máximo, las 8 de la mañana. Había agarrado la costumbre de ser una madrugadora de su tío, ya que Hodge jamás, en ningún momento de su niñez ni adolescencia, dormía más allá de las 8.

—Son las 12, dormiglione —le dijo, señalando con la cabeza el reloj en la mesita de noche.

Colette abrió los ojos de par en par, y estirándose para agarrar el antes señalado reloj, se colocó una mano en la frente con impresión.

—No me di cuenta —chilló sorprendida.

—Obviamente —se rio Atlas.

Colette le lanzó una mirada y el muchacho se calló. Con rapidez, la castaña se levantó de la cama, corriendo las sabanas —y casi cayéndose por la torpeza mañanera—, caminó hasta su armario y, con una mano en la cadera y otra en la barbilla, miró su ropa, decidiendo qué ponerse aquel día.

𝓜𝓮𝓶𝓸𝓻𝓲𝓮𝓼 ↬ a. lightwoodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora