Capítulo Seis

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Llego a mi casa desde la cárcel, me tomo algunos restos de comida y me voy a dormir, agotada. Antes de caer en los brazos de morfeo, comienzo a pensar; ¿estaré logrando ablandar el frío corazón de Justin? No creo que sea posible, aunque su nueva manera de actuar me dice que es así. Tampoco me apetece darle demasiadas vueltas, así que enseguida acabo durmiéndome.

Me levanto por la mañana y me visto, hoy me toca repartir la comida. Me voy hacia la cárcel sin desayunar, pues no hay nada que llevarse a la boca. Ya en la cárcel, entro a las cocinas, dónde me asignan un carrito lleno de platos de asquerosa comida que he de repartir. Camino lentamente por los pasillos de la penitenciaría, pasando a las celdas y entregando a los presos sus platos de mugriento guiso. Paso al menos dos horas y media repartiendo comida hasta que llego a la celda 326. El guardia me abre la verja y veo a Justin sentado en su cama. Le sonrío, recordando mi propósito de crearle afecto, y él me devuelve el gesto.

-Aquí tienes, siento decírtelo pero las condiciones de la comida siguen sin cambiar, yo que tú no lo probaba- le digo.

-Supongo que tienes razón, Isabel. ¿Vendrás esta tarde a la visita?- me pregunta.

-Tengo que venir a trabajar hasta las nueve... pero creo que hay un descanso de siete a ocho, así que intentaré venir- respondo.

Él asiente y se despide de mí. Camino por las celdas hasta que paso a la de mi padre.

-¡Papá!- exclamo nada más entrar, abalánzandome sobre él para abrazarlo. Desde que estoy en el plan de los revolucionarios no he venido a visitarlo.

-Isabel cariño. Te he echado de menos, ¿por qué no has venido a visitarme?- me pregunta.

-Esque... no puedo decírtelo aquí- le digo tratando de poner la mirada lo más expresiva posible para que él entienda qué quiero hacerle saber.

-Oh, vale, bueno cariño vete que si no te reñirán- me dice.

-Te quiero papá- me despido de él saliendo por la puerta.

El turno al fin termina y vuelvo a casa, aunque no hay nada que comer. Decido entonces ir a casa de Honorio, necesito que sepa mis avances en el plan.

Llamo a la puerta de la casa de Honorio repetidas veces, hasta que él me abre. Paso a su lado y nos sentamos en el salón, que es una estancia sucia de paredes desconchadas y con unas cuantas sillas viejas colocadas por en medio.

-Honorio, respecto al plan...- comienzo a hablar.

-El plan se ha abortado cariño, es demasiado grande para nosotros- me dice.

-Pero Justin empieza a ceder, pronto sabremos su secreto- le apremio.

-Isabel, da igual. No importa lo que hagamos, no podemos cambiar las cosas, simplemente acéptalo.

-No Honorio, no me da la gana de aceptarlo. No voy a dejar que mi futuro sea éste. Prefiero morir en el intento a vivir de ésta manera- respondo enfadada.

-Isabel... si lo consigues estaremos ahí para ti pero... tenemos familias y no podemos morir sin sentido, lo siento.

-Haced lo que queráis, pero que una chica de diecisiete años tenga más coraje que todos vosotros juntos... ya podíais avergonzaros- replico.

No necesito hablar más. Si no quieren salvar nuestras vidas, lo haré yo sóla, o que Justin me ayude, me da igual lo que ellos piensen. No quiero vivir más en este suburbio.

Me voy de nuevo a la cárcel a trabajar. El turno pasa más o menos deprisa hasta que al fin nos dan el descanso y voy a la celda de Justin para hablar con él. Después de lo de Honorio, Justin es mi única esperanza.

Tras las sombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora