Capítulo 21.

212 23 3
                                    

Llueve a mares y eso nos retrasa en nuestros planes, algo que me frustra demasiado.

Dos días llevamos en Valencia, los cuales nos hemos dedicado a mejorar lo que tenemos en mente, pero debido a las tormentas de verano que hay, no hemos podido comenzar nuestra misión.

Sin embargo... Los demás revolucionarios insisten en que comencemos pese a la lluvia, pero no me quiero arriesgar a poner la vida de los demás en riego, pues muchos de ellos no están muy bien de salud debido a la mala alimentación y los grandes esfuerzos que hacen.

Y gracias a estos revolucionarios, comemos muchísimo mejor.

Después de dos horas sentada en un muro de la azotea de esta sede impresionante, me levanto y hecho otro viztazo rápido a las ruinas de la ciudad. Me da lástima que a estas alturas estemos así. Que tengamos que estar atados de estas maneras y mucha más lástima me da, que haya gente que no se atreva a elevar la voz. Aunque en cierta parte los entiendo pero... Si no arriesgamos, nunca podremos saber si algún día llegaremos a ser libres.

Y de hecho, le llevamos algo, aunque muy poco, de ventaja al Dictador. Algo que nunca nadie ha conseguido, por lo tanto es un gran logro para todos nosotros.

-¿Qué haces aquí tan temprano y con la que está cayendo?. -la voz de Honorio, me sobresalta.

Me doy la vuelta y me encojo de hombros: -Pensar. ¿Cómo está ese pequeño glotón?. -añado, viendo como lo tiene en un brazo, tapado con una manta gruesa y con el otro brazo sostiene un paraguas.

Él lo mira con un brillo intenso en los ojos, sonríe sin poder ocultar que quiere con locura a ese bebé y responde: -Ya está mejor, Natalia me ha estado dando de su leche.

Asiento, feliz de que Eduardo tenga una buena alimentación. Y le agradezco a Natalia que también lo alimente, a parte de su hijo.

-¿Crees que vamos a poder con esto?. -pregunto, un tanto timorata.

Honorio suspira.

-Sabes que nunca te he mentido... Y ésta, no va a ser la excepción -asiento -. Creo que no, que nos van a pisotear... Pero tenemos que intentarlo, hemos dado ya el mayor paso y no podemos retroceder cuatro. Así que... Confío. Confío en nosotros.

Hago de mis labios una fina línea y asiento. Las dudas me asaltan de nuevo... ¿Dónde iremos a parar?, esa es mi mayor pregunta y la que más me perturba. No quiero más muertes... Y yo, no quiero acabar siendo una víctima más de esos soldados.

-Iré a cambiarme. -es lo único que digo.

Necesito estar sola y pensar... Pensar en absolutamente todo.

-Sí ve, cogerás un resfriado, luego en el desayuno nos vemos.

-Está bien. -paso por su lado y ambos bajamos de la azotea. Él detrás de mí con el pequeño.

Una vez que llego a la habitación que nos asignaron, observo como Justin duerme despatarrado en la cama. La imagen me hace mucha gracia y lo miro detenidamente, quiero guardar esa imagen para el resto de mis días.

¿Cómo alguien cómo él puede estar con una chica como yo?. No lo logro entender, pero doy gracias a Dios de que lo tengo conmigo y que es uno de mis mayores soportes.

Aprovechando que duerme tan profundo, me quito la ropa mojada en un santiamén y me pongo el uniforme que nos dieron, después cojo una toalla blanca y me seco el pelo.

-No creas que no me he dado cuenta de que no estabas. -oigo su voz soñolienta. Sigue con los ojos cerrados y en la misma postura, sin moverse ni un pelín.

Tras las sombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora