Capítulo 18

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Tras disparar, empiezan a surgir tiros en todas las direcciones, pero apenas los oigo, tengo la cabeza en otro sitio. De hecho, ese otro sitio es el hombre tirado en el suelo, cuyo traje blanco impoluto es invadido por sangre roja, muy oscura, que fluye a borbotones de su estómago.

Edward el Sanguinario va a morir desangrado, sufriendo. Va a sentir el dolor de una bala traspasando su carne, la sanfre abandonando su cuerpo, y su frío corazón parándose lentamente, agonizante, débil, igual que los miles de victimas que han muerto a sus manos, o bajo poderosos mandatos de si voz, dirigiendo a los soldados que, como marionetas, siguen sus órdenes.

Observo su rostro, que implora clemencia, y pierde el color a medida que los segundos corren con aparente lentitud.

El desgarrador grito de Andrés me saca de mis pensamientos.

-¡Corre Isabel!

De repente todo parece ser extremadamente rápido e infernal. Hay gente muerta en el suelo, dos son de los nuestros. El olor a sangre me llena las fosas nasales y aprieta la boca de mi estómago, de donde surgen varias arcadas.

-¡Isabel!- vuelve a gritar Andrés.

Esta vez si corro a su lado. Probablemente vengam soldados a ver porque no regresa el dictador, y entonces si que estamos muertos.

Hemos quedado cuatro de los seis que íbamos, sin contar con Andrés. Nuestros pasos apresurados se escuchan en las calles vacías, todos los ricos están en sus casas disfrutando de los aires acondicionados, y los revolucionarios y gente pobre están en casa de Ortensia, listos para partir.

Mientras corremos por las calzadas de Toletum, pienso en lo que acabo de lograr. Edward a muerto. Somos libres de su dominio, al menos por un corto periodo de tiempo.

Llegamos a casa de la dulce anciana que tiene las puertas de nuestra salvación en su sótano.

Justin está esperándonos en la puerta.
Me abrazo a él en cuento entro a la vivienda. Sin saber el por qué, comienzo a llorar.

-Lo hemos logrado.- susurro contra su pecho.

Justin acaricia mi pelo con suavidad y besa mi frente con cariño.

Escucho como alguien grita desesperado, es Honorio.

-¡Tenemos que salir de aquí, o nos encontrarán!

Parece que todo el mundo olvida la impresión de que hemos matado al dictador, para empezar a trabajar rápidamente, coger los últimos útiles necesarios y bajar, en impresionante orden, al sótano de la amable Ortensia, que ayuda también en lo que puede, a pesar de su edad y deterioro. Enseguida me acerco a ayudarla.

-Espere, yo le cojo esto- le digo tomando de sus manos una bolsa con comida.

-Muchas gracias cariño- me responde ella sonriendo pacientemente.

-Vamos, Ortensia, tenemos que salir de aquí- la apremio.

La mujer se dirige hacia la planta más baja de su pequeña vivienda con la mayor rapidez que puede.

Voy corriendo al salón, a por los mapas de los túneles, no podemos comoeter el error de perdernos en las más oscuras profundidades de Toletum.

-¡Isabel!- me llama Justin, corriendo detrás mío.

Sigo buscando en los cajones de los muebles de Ortensia para encontrar los dichosos planss, ¿qué han hecho con ellos?

Justo cuando Justin me agarra del brazo, cojo los mapas, escondidos en los más bajo de un cajón.

-Andrés dice que los soldados están preocupandose por el dictador, es cuestión de demasiado poco tiempo que vayan a buscarlo. Tenemos que irnos- me susurra Justin impaciente.

Tras las sombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora