Capítulo Cinco

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Después de el ataque de los soldados vuelvo a casa. Tengo que mantener distancias con los revolucionarios para que el gobierno no se entere de que soy de los suyos. Debo de parecer una chica normal y corriente que acata las normas sin rechistar. Entro por la puerta de madera sucia y vieja y paso al salón, si a esta habitación polvorienta y sin apenas muebles se le puede llamar así. No tengo nada más que las verduras para comer, pero después de la persecución no tengo nada de apetito, así que decido guardarlas para después. Mañana es martes así que me toca guardia, podré hablar con Justin durante mucho tiempo, y aprovecharé la tarde para volver a visitarlo, necesito sacarle toda la informacion que me sea posible, aunque este chico parece una tumba sellada, no se abre para nadie.

Me voy a dormir temprano, estoy agotada por todo en general. Vivir así no es vivir, por eso tengo que cambiar las cosas, tengo que ponerle un punto y final a todo esto.

Por la mañana me levanto a toda prisa y me pongo el uniforme de vigilancia. No desayuno nada, no hay el que, y salgo a gran velocidad hacia la cárcel. Doy mi nombre en la entrada y, como todos los días, mi compañero y yo somos llevados a vigilar la celda 326.

Ee coloco frente a la celda con los brazos cruzados y miro a algún punto inconcreto de la pared de esta, pensando en la manera de convencer a Justin para que suelte prenda, no se me ocurre nada.

-Bueno, bueno, bueno, si ya os toca venir aquí a vigilarme- nos dice Justin sarcásticamente desde dentro de su jaula de cuatro paredes.

Mi compañero gira la cabeza en dirección al pasillo, Justin le da asco, igual que a mi, pero el no tiene que conseguir su afecto, y yo sí.

-¿Me tienes miedo gallito?- le dice Justin.

El chico no se inmuta, pero noto que su labio inferior tiembla, si que le tiene miedo, es eso lo que ocurre, no le da asco, le da pavor. Me asombra la capacidad de Justin de descifrar los sentimientos de la gente, sería un buen don si tuvieramos que luchar en algún momento, así que voy a tratar de recordarlo por si nos hiciera falta.

-Vaya, vaya, a parte de un cagado es mudo. Qué pena de verdad, yo que pensé que seríamos amigos...- continua despectivamente Justin.

No debería, pero me hace gracia como se rie de él, sobre todo teniendo en cuenta que el chico no quiere admitirlo y se comporta altivamente, aunque por dentro esta muriendose de miedo. ¿No se dará cuenta de que Justin está entre rejas? No puede hacerle daño.

-Isabel, Isabel- genial, ahora viene a por mí -Tienes mal aspecto, ¿Has comido algo esta mañana?

Un momento, ¿se preocupaba por mi? Definitivamente se declaraba oficial su inestabilidad emocional.

-No, me gasté todo lo que tenía en el pan de ayer, y en casa solo tengo un pimiento, que me hubieran sentado mal para desayunar- digo con claras intenciones, a pesar de que es cierto, quiero que sepa lo del pan, que me quedé sin comer por dárselo a él, espero que eso haga algún efecto en él.

-Vaya... lo siento- me dice.

¿Justin disculpándose?¿Qué clase de droga le habían metido a este chico?

Paso la mañana hablamdo con Justin, que a pesar de tener de vez en cuando algunos momentos de crueldad y comentarios fríos, parece estar de buen humor, si se puede llamar así.

Queda media hora de mi turno, voy contando los minutos segundo a segundo. Cuarenta y ocho... Cuarenta y nueve... Cincuenta... Entonces Justin me interrumpe.

-No intentes venir esta tarde a verme. No pienso decir absolutamente nada- dice.

Mierda, sabe mis intenciones. Diga lo que diga esta tarde volveré a ir.

Tras las sombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora