Capítulo 15

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Con las recargas de esperanza llenas, y visualizando en mi mente el plan, que ya va a comenzar pronto, despido a los últimos en irse de mi casa; son Honorio y una par de hombres más.

Sus palabras de ánimo me proporcionan una extraña calma antes de retirarme a dormir, lo cual apenas consigo, ya que sólo soy capaz de pensar en Justin y en lo que sea que le están haciendo.

Cuando consigo conciliar el sueño, mi intranquila pesadilla se repite, como cada noche. Los blancos pasillos, la llave... Cada vez me da más pavor.

Me despierto con las primeras luces del alba, no sé la hora, pero ya que desde que estoy, supuestamente, del lado del dictador, tengo libertad horaria, me quedo en casa haciendo inventario de todo lo que tenga y pueda ser usado en el plan de la revelión. También recolecto aquellos recuerdos que quiera llevarme conmigo.

Tengo poca comida, pero como ahora me alimenta el Dictador, se la llevaré a los revolucionarios, y probablemente compre más con mis muy escasos ahorros.

Paso al antiguo cuarto de mis padres, que está intacto desde el último día que papá pisó la casa. No he sido capaz de pasar desde entonces, y mucho menos ahora, tras su muerte. Pero a veces hay que superar los miedos y... en este caso, entrar.

Abro la puerta con parsimonia y precaución, como si los recuerdos fueran a atacarme o algo parecido. Avanzo cautelosamente en el interior del cuarto, y después me desenvuelvo, ya más tranquila, no ha pasado nada.

Entonces, abro los armarios y saco algunas cosas de mis padres. Reviso la habitación entera, en busca de algo que ni siquiera sé.

Algo me sorprende cuando miro, por puro morbo, debajo de la cama. Hay una especie de trampilla.

La curiosidad me come y aparto el viejo somier para ver mejor la pequeña puertecita oculta. La abro y me sorprende que sea así de fácil. Apenas doy crédito a lo que ven mis ojos. Hay dos pistolas modernísimas, de las que tienen los dictadores. Son armas pequeñas, pero precisas y... mortales. Las balas están manipuladas químicamente y causan el triple de dolor que las normales.

-Papá...- susurro más para mí que para él.

Las armas vendrán bien, si algo falla en el plan antes de llegar a la gran reserva de armamento, podremos defendernos, y supongo que Honorio y algunos más poseerán también algunas cosas útiles.

Salgo de la habitación con una pistola en cada mano, aún dándole vueltas a lo callado que se lo tenía esto mi padre. ¿Por qué nunca me dijo nada?¿Acaso pensó que yo no iniciaría la revolución? Es posible.

Escondo las armas en una especie de bandolera negra, asegurandome de que no están cargadas, y meto la poca comida de la que dispongo en una pequeña bolsa de plástico que lleva años en mi casa. A continuación, también guardo esto en la bandolera, cubriendo las pistolas.

Guardo en mi bolsillo unas cuantas monedas para comprar más comida y me voy hacia la casa de Ortensia, la dulce señora mayor que tiene la gran reserva de armas bajo su vivienda.

Según mis cálculos, dado a que deberían haber empezado a cavar hace... tres horas, ya deberían haber terminado por hoy. Decidimos que cavaran temprano, antes de que los soldados empiecen a patrullar.

La puerta de la casa está abierta, lo que me deja algo sorprendida, ¿pretenden acaso que nos pillen el primer día? Entonces, cuando entro, empiezo a escuchar golpes metálicos, ¿qué narices están haciendo? Pronto me doy cuenta de lo que ocurre, siguen cavando. ¡Serán irresponsables!

Entro de lleno en el sótano de la casa de Ortensia y les veo a todos sucios, sudoros y, por supuesto, sin dejar de cavar.

-¿Qué haceis cavando aún?¿Quereis que nos pillen y se acabe todo esto?- les recrimino echa una furia.

Tras las sombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora