Capítulo 14

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Los azulejos de color azul brillan con la gran intensidad de la luz que emana del gran foco del techo blanco, un espejo enorme adorna la pared frontal frente al lavabo, el cual contiene un grifo de oro. A mi lado hay una enorme ducha con unos diez botones diferentes y al otro, está el retrete, limpio como los chorros del oro. Al igual que todo.

Hago lo que venía hacer desde un principio : Pis. Y cuando voy a tirar de la cadena, me encuentro con un objeto rectangular con cuatro botones. «¿Qué es esto?» lo cojo entre las manos y observo la tapa del retrete para ver si encuentro la cadena. Pero no. Creo que tengo que utilizar ese chisme.

Lo miro con detenimiento, intentando descifrar cual es el botón para tirar de la cadena. Tan poderosos y tan tontos... ¿Por qué no ponen un pequeño dibujo para indicar a qué botón pertenece cada cosa? Aprieto uno grande y me echo hacia atrás una vez que sale un chorro de agua,y me moja los pantalones por las rodillas.

Alzo una ceja, sorprendida. ¿Eso es para limpiarte después de defecar? - Jo, qué modernos. -digo a la nada.

Aprieto otro cuadrado y no sale nada, frunzo el ceño y aprieto otro con forma circular ¡bingo! El agua cae y comienza a tragárselo el retrete.

Salgo del baño de la habitación de Andrés, el cual me ha invitado a su casa a comer por órdenes de su padre. El señor Edward, alias: EL SANGUINARIO. Esto está siendo muy fácil, hasta estoy empezando a sospechar de que este hombre sabe algo y me está dejando el tiempo suficiente para que yo misma me crea que todo va viento en popa, y, cuando menos lo espere, darme el golpe de gracia. Sin embargo, por otra parte,pienso y creo que no tiene ni la menor idea de lo que tramamos los revolucionarios, que confía ciegamente en mí, porque a ser franca no he dado ningún indicio de hacerlo sospechar de mí,me he limitado a ser lo más precavida posible en cuanto a mis mentiras respecta. El cree que estoy más que sometida a él.

-Tierra llamando a Isabel. -salgo de mi ensimismamiento y lo veo moviendo la mano de un lado a otro, frente a mi cara. -¿Qué pensabas tanto?

-En todo. -respondo, encogiéndome de hombros. Pone una mano en mi hombro izquierdo y me da un apretón, al mismo tiempo que me regala una sonrisa. Me hace un ademán con la cabeza para que salgamos de su preciosa y adinerada habitación y asiento, preparándome para comer con mi mayor enemigo.

Pasamos por un largo pasillo, hasta que llegamos a esas escaleras tan alucinantes.
Hoy no hay soldados abajo, pero sí fuera en la calle, escoltando la puerta que se encuentra cerrada en estos momentos.

Andrés me guía por otro pasillo y nos plantamos frente a una puerta, que contiene unos cuantos espejos, en los cuales veo nuestros reflejos, dejádome ver a una chica delgaducha, con ojeras y muy mal vestida. Todo lo contrario a Andrés. Lleva su uniforme azul de soldado, haciéndolo ver bastante apuesto, con un lustre en la cara espectacular y el pelo peinado hacia un lado, totalmente en su sitio, no se le sale ni un pelo. El mío es todo un desastre.

Andrés abre la puerta y me quedo embelesada viendo la enorme cocina. Las encimeras son de mármol blanco, los estantes de madera color caoba y todos los electrodomésticos estoy segura que son de lo último que acaban de salir.
-Habéis tardado mucho. -me tenso al escuchar su voz. Intento sonreír pero sólo me sale una mueca. Odio a este hombre y siempre lo odiaré con todas mis fuerzas.

«Actua con normalidad» repito en mi cabeza.

-Lo siento, me he quedado embelesada con el baño de su casa. -digo, lo más amable que puedo, tratando de no hacer una mueca. Me hierbe la sangre al ver tanto dinero reunido y nosotros nos muramos de hambre, pese a que todo es una maravilla.

-Trátame de tú, Isabel. -dice, sonriendo y colocando una servilleta de tela en su regazo. Asiento y, seguidamente me siento junto a Andrés frente a su padre.

Tras las sombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora