Capítulo 1

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Me miro en el espejo y estoy muy sucia, tengo ronchas negras por la cara, brazos, torso... Mi pelo está horrible, sin brillo y desnutrido. Sólo una vez en mis diecisiete años me he lavado con gel y champú en condiciones. Un día mi padre se los robó a los ricos y me lo trajo a casa. Por suerte, esa vez no lo pillaron.

Me pongo el abrigo y salgo de casa con un bolsa de ropa limpia para mi padre. Lo detuvieron hace mucho, mucho tiempo por intentar defenderse una vez que los soldados del dictador, Edward, vinieron a registrar nuestra casa.

Llego a la Calle Los descalzos, saludo de vez en cuando a algún conocido hasta que doblo la esquina y llego a la Calle S.Juan de Dios. Ando unos metros más y llego a la puerta de la cárcel. El guardia en cuanto me ve, abre la puerta porque como ya me conoce no hace falta que de mi nombre y datos.

Otro guardia, como siempre, me lleva hasta la celda de mi padre, aguantando las barbaridades que los otros presos me dicen.

-Media hora, ya lo sabéis -nos dice y abre la celda para que pueda entrar.

Después, cierra la puerta de rejas y nos deja allí encerrados.

-¿Qué tal estás, mi niña? -mi padre me da un beso en la frente mientras me abraza. Yo le sonrío.

-Bien. Te he traído ropa limpia -añado enseñándole la bolsa que llevo en la mano.

-Gracias, cariño -vuelve a darme otro beso en la frente, coge la bolsa y la deja encima de la cama de madera.

Debe de ser muy incómoda, pienso.

-¿Te apuntaste ya a ese taller? -le pregunto.

Hace un tiempo estaba interesado en hacer un taller de contabilidad para pasar el rato, ya que no tiene otra cosa que hacer y las horas aquí se hacen eternas.

-Sí, empezamos mañana -responde contento -. ¿ Has ido ya al mercado?

-No. Cuando salga de aquí iré, a ver si Tafasia me da algo de cordero o pollo -le comento lo que tengo en mente mientras me siento en el camastro.

Mi cuerpo ya pide algo de carne, normalmente aguanto lo suficiente pero hay días que no lo soporto.

-Ese hombre se ha llevado toda nuestra vida -dic entre dientes. Aunque, eso lo dice siempre -. Algún día todos los revolucionarios seremos más fuertes que ellos -comenta iluso.

Yo sé que eso nunca pasará, pero lo dejo soñar un rato. Es un hobbie barato.

La media hora se pasa muy rápido, me despido de mi padre y junto con el guardia anterior salgo del centro penitenciario. Tomo rumbo hacia el mercado y como no está muy lejos de la cárcel llego en cuestión de unos diez ó quince minutos.

Voy directa donde está Tafasia la loca, la llamamos así porque desde que se dedica a cuidar de los animales y está sola, se le ha ido un poco la cabeza.

-¿Qué quieres a cambio de un poco de cordero? -le pregunto cuando llega mi turno.

-¿Qué parte quieres del cordero?

Lo pienso durante unos segundos mirando su rostro envejecido lleno de arrugas y alguna que otra verruga y su pelo largo, algo enmarañado, canoso, por lo que me distraigo.

-La pata -le respondo, finalmente.

Ella se queda pensando un rato y después contesta:

-Lávame la ropa durante una semana -dice y es un poco exagerado.

Sí, el cordero cuesta mucho pero tanto tiempo lavándole la ropa sería como si me hubiese llevado el cordero entero. Niego.

-Tres días -intento negociar.

Tras las sombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora