Capítulo 13

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Salgo del centro penitenciario con los mapas bajo el brazo. Son las cuatro menos cuarto de la tarde, y me dejan salir de la cárcel el tiempo que quiera, así que voy a casa de Honorio.

He pensado que lo mejor es contarle todo lo que sé lo antes que pueda, para ir planeando la huida de Justin y la esperada revelión.

Toco tres veces en la enorme puerta de madera frente a la cual tantas veces me he postrado. Honorio, sonriente, me abre y me deja pasar.

—Qué alegría verte, Isabel— me dice.

—Igualmente. Tengo muchas noticias, no lo vas a creer— respondo.

—¿Están relacionadas con lo que llevas bajo el brazo?— me pregunta.

—Sí.

Caminamos hasta el pequeño salón, en cuyo centro reposa una mesa-camilla bastante pequeña, cubierta por un roído y amarillento mantelillo. Extiendo los mapas de los túneles árabes sobre la mesa.

Honorio me mira asombrado y confuso, no sabe de que se trata.

—Son los túneles que hay bajo Toletum, incluso los hay que pasan bajo el río Tajo y llegan a los cultivos— musito emocionada.

—P-pero... el dictador debe de saber sobre ellos— dice algo asustado.

—No, su propio hijo lo ha confirmado. Además, se han conservado miles de años, y están en perfecto estado a pesar de su edad.

—Espera, espera, ¿conoces al hijo del Dictador?— pregunta sin dar crédito.

—Sí— respondo tranquilamente —Es un chico muy agradable, se llama Andrés y apoya nuestra causa. De pequeño fue pobre, pero quedó huérfano y El Dictador y su mujer le adoptaro.

Honorio parece haber escuchado que los cerdos vuelan.

—No me puedo creer que al final lo vayas a lograr... Es tan... Al principio pensé que te rendirías, que dejarías atrás todo esto y te limitarías a seguir con tu vida. Pero no, vas a lograr lo que llevamos casi ciento cincuenta años intentando, derrocaremos al Dictador.

Las palabras de Honorio parecen tener eco en mi mente, y se repiten una y otra vez.

—Debemos planearlo todo cuanto antes. Las cosas están cambiando, temen algo y son más crueles, hay que acabar con esto ya— le digo.

—Bueno, pues empieza a explicar tus ideas— me contesta.

—Verás— comienzo —Justin ha hablado de la existencia de reservas militares secretas de armas en las zonas de cultivo, reservas desconocidas por El Dictador. Si sacamos a Justin por los túneles, y escapamos todos a través de ellos, llegaremos a las reservas, nos armaremos y pelearemos cuando menos se lo esperen.

Me siento orgullosa de mis palabras, ya puedo ver cada simple detalle del plan en mi mente.

—¿Y después?¿Nos quedaremos aquí? El Estado de Edward El Sanguinario llega hasta más allá de Italia, aunque lo mataramos a él, sus seguidores y mandatarios que viven lejos de Toletum nos matarían, y tampoco podemos quedarnos en la ciudad— explica Honorio con parsimonia.

—Antes de que sepan nada, podemos llegar a Italia, pasando por los Pirineos y cruzando parte de Francia, después huiremos en barco hacia China y se acabó, no más guerra— le digo espontaneamente, explicando los florecientes pensamientos de mi interior.

—No sabemos si dará tiempo— añade él.

—Nos dará tiempo, porque yo conozco al dictador, le he mentido y cree que soy su aliada. Su muerte será tan repentina que tardarán semanas en saber algo. Y... él que no arriesga, no gana. Y tampoco hay nada que perder— murmuro entre dientes, con la mandíbula tensa, porque se me ocurre algo que sí podría perder

Tras las sombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora