Capítulo 12.

431 35 9
                                    

Bien, esto tengo que comerlo de a poco, sino, no podré con toda la comida deliciosa que se encuentra frente de mí. Huele tal bien... Se ve tan exquisita... Hay angulas, ostras, almejas, calamares, pulpo, langostinos y langosta para todos los gobernantes que nos encontramos sentados en la mesa de uno de los salones del centro penitenciario.

Sé qué es todo eso, gracias a ellos, pues obviamente jamás había visto este tipo de comida en mi vida. He pasado mucha vergüenza al encontrarme tan ignorante frente a ellos, pero... ¿Que pueden esperar de una pobre como yo? Es normal que haga preguntas y más cuando, sin ton ni son, me llaman, me sacan de la celda de Justin para traerme hasta aquí.

Y parece que el plan que inicé desde hace una semana, está yendo sobre ruedas. Justin y yo tratamos de decir todas las mentiras posibles para que todo funcione, sino, ambos estaremos muertos y no quiero eso, quiero luchar. Quiero venganza por todas aquellas personas inocentes fallecidas.

También, llevo unos tres días intentando estar a solas con Andrés para poder decirle que, por favor, busque aquellos mapas que me pidió Justin, pero por desgracia, hemos estado rodeados se gente constantemente. Me frustra.

Cuando veo que todos comienza a hincar el diente, lo hago yo también y pese a que me he recordado durante diez minutos que no parezca una desesperada por comer, devoro todo, como si mi vida dependiera de ello, bueno, es así.

Esto está para morirse ¡es exquisito! Soy cada vez más consciente de por qué ellos se ven tan impecables... Con una de estas comidas a la semana, yo también me vería más que sana.

-Perdón... -me disculpo, con un hilo de voz, cuando todos me miran con una sonrisa burlona. Qué incómodo.

-No te preocupes,Isabel. Disfruta de la comida. -me dice, el hombre del látigo, Fermín. Me señala con la cabeza mi plato y lo miro, no queda ninguna gula de las que he cogido antes. Me pongo roja y escucho varias risas.

-Come lo que quieras -me alenta otro, es rubio platino, es teñido de eso estoy segura porque...¿Quién puede tener el pelo de tal color;natural?

-Gracias -murmuro, y vacilando un poco, estiro el brazo y logro alcanzar a la fuente donde están los langostinos. Se me cae la baba al ver la buena pinta que tienen y al imaginarme cuan buenos tienen que estar.

Una vez me echado unos seis en el pato, cojo uno y me quedo mirándolo. ¿Esto se come así? ¿Con cabeza y todo? Supongo que sí, de modo que me lo llevo a la boca y le doy un bocado. ¡Está asqueroso! Lo dejo en el plato haciendo una mueca.

Al parecer, soy el payaso: todos se desternillan, por lo tanto, me hago más pequeña y me pongo más colorada.

-Qué bruta eres. Los langostinos se pelan así, mira -Fermín, comienza a pelar el langostino. Primero le saca la cabeza con un leve giro y después por debajo le saca una capa de...¿piel? ¿Escama? No lo sé, supongo que si eso viene del agua debe tener escama.

Asiento con la cabeza. Ya decía yo que no podía estar malo, tiene un pinta buenísima. Hago como he visto que lo hacía el hombre del látigo y me lo llevo a la boca.

Gimo de placer, me encanta el sabor que tiene, por lo tanto los demás ríen por ello.

Sigo comiendo como una posesa, sin levantar la cabeza ni abrir la boca para hablar cuando me preguntan o dicen algo y, cuando ya he terminado, me echo hacia atrás en el respaldo de la silla y me Sobo la tripa con la palma de la mano. Estoy llenísima, tanto que creo que el estómago me va a explotar, incluso siento unos cuantos retortijones. Me duele.

-¿Te ha gustado mucho? -me pregunta, Fermín. Asiento con al cabeza, siento que si hablo echaré todo lo que he comido. Compadezco a mi estómago, de nunca darle de comer a ahora, meterle todo lo que le he metido.

Tras las sombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora