12. Valioso trofeo

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Vera llegó tan temprano al instituto que encontró la enorme puerta de hierro cerrada

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Vera llegó tan temprano al instituto que encontró la enorme puerta de hierro cerrada. Un tanto incómoda, dio un par de pasos y se acercó al banco adosado a la pared de la fachada. Apenas acababa de sentarse cuando apareció Paula, saludándola con la mano. Vera le devolvió el gesto y se movió un poco para hacerle espacio. Luego, manteniendo su acostumbrada actitud reservada y distante, se dedicó a observar a los alumnos que se iban aglomerando frente a la entrada del instituto. Paula no tardó en romper el silencio que se había instalado entre las dos.

—¿Estás bien?

Extrañada por la pregunta, Vera apartó la mirada de la multitud y se concentró en su compañera: su piel blanca y fina resplandecía a la luz del sol; sus ojos danzaban, expectantes, llenos de la más sincera curiosidad.

—Sí —respondió algo confusa—. ¿Por qué no iba a estarlo?

—El otro día escuché lo que te dijo Daniela en el pasillo.

Vera hizo una mueca de fastidio al oír el nombre de la chica más popular de la clase, y se giró para mirar de nuevo a los estudiantes que abarrotaban la acera de la calle.

—Desde luego parece que no le has caído bien —continuó Paula, a pesar del gesto sombrío que había aparecido en el rostro de su amiga—, y eso es peligroso.

—Me trae sin cuidado si le caigo bien o no —dijo sin poner mucho énfasis en sus palabras. El asunto la empezaba a cansar.

—Es mejor que no te enfrentes a ella. Solo te traerá problemas.

La marca de su piel © PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora