Vera llegó tan temprano al instituto que encontró la enorme puerta de hierro cerrada. Un tanto incómoda, dio un par de pasos y se acercó al banco adosado a la pared de la fachada. Apenas acababa de sentarse cuando apareció Paula, saludándola con la mano. Vera le devolvió el gesto y se movió un poco para hacerle espacio. Luego, manteniendo su acostumbrada actitud reservada y distante, se dedicó a observar a los alumnos que se iban aglomerando frente a la entrada del instituto. Paula no tardó en romper el silencio que se había instalado entre las dos.
—¿Estás bien?
Extrañada por la pregunta, Vera apartó la mirada de la multitud y se concentró en su compañera: su piel blanca y fina resplandecía a la luz del sol; sus ojos danzaban, expectantes, llenos de la más sincera curiosidad.
—Sí —respondió algo confusa—. ¿Por qué no iba a estarlo?
—El otro día escuché lo que te dijo Daniela en el pasillo.
Vera hizo una mueca de fastidio al oír el nombre de la chica más popular de la clase, y se giró para mirar de nuevo a los estudiantes que abarrotaban la acera de la calle.
—Desde luego parece que no le has caído bien —continuó Paula, a pesar del gesto sombrío que había aparecido en el rostro de su amiga—, y eso es peligroso.
—Me trae sin cuidado si le caigo bien o no —dijo sin poner mucho énfasis en sus palabras. El asunto la empezaba a cansar.
—Es mejor que no te enfrentes a ella. Solo te traerá problemas.
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La marca de su piel © PGP2024
RomanceVera regresa a su ciudad para cumplir una promesa, pero nunca nada sale exactamente de la manera en que se planea, y desde el primer el momento las cosas empiezan a complicarse. En el lugar menos esperado alguien se cruza en su camino. Alguien con q...