Vera se acercó a la calzada con pasos largos. Extendió un brazo y un taxi se detuvo obedientemente junto al bordillo. Subió a la parte trasera y le indicó la dirección al conductor. Cuando el vehículo se incorporó al tráfico se recostó en el asiento e intentó relajarse, pero le resultó imposible. No podía calmar el nudo de nervios que sentía en el estómago. Buscando algo en que distraerse, se dedicó a mirar por la ventanilla el uniforme paisaje de la costa, sintiéndose aliviada de que el taxista no iniciara una conversación ni la observara a través del espejo retrovisor.
Tras un corto y silencioso trayecto, llegaron al Hospital Comarcal de la Selva. Vera se inclinó hacia delante para pagar al conductor. Después bajó del coche y permaneció inmóvil, pensativa, con la mirada fija en el edificio que se alzaba ante ella. Intentó imaginar su aspecto veinte años atrás; se esforzó por retroceder al momento en que su madre recorría la acera de losetas grises hasta la entrada principal y se aferró a esa visión, aunque solo fuera un espejismo, una imagen creada en su cabeza. Buscaba reconstruir un fragmento del pasado, como si ese retroceso imaginario abriera una ventana que pudiera mostrar lo que pasó durante esos años. Pero todo resultó confuso, borroso e irreal.
Haciendo acopio de toda su voluntad, empezó a caminar. Con cada paso, sus pies se volvían más pesados y una angustia creciente se apoderaba de ella. Tomó aliento para calmar su nerviosismo y, dejando atrás una hilera de columnas de cemento, cruzó la puerta corredera que daba acceso al interior del recinto.
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La marca de su piel © PGP2024
RomanceVera regresa a su ciudad para cumplir una promesa, pero nunca nada sale exactamente de la manera en que se planea, y desde el primer el momento las cosas empiezan a complicarse. En el lugar menos esperado alguien se cruza en su camino. Alguien con q...