10. Campo de batalla

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Después de salir de clase, Vera tuvo que detenerse en el despacho del Jefe de Estudios a firmar el «Acta de elección de delegado» y tomar posesión del cargo

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Después de salir de clase, Vera tuvo que detenerse en el despacho del Jefe de Estudios a firmar el «Acta de elección de delegado» y tomar posesión del cargo. Este trámite la entretuvo más de lo previsto, por lo que llegó con retraso a casa del director.

Tras unos largos minutos, la puerta se abrió parcialmente. En cuanto Cristian la vio, soltó la manilla y le dio la espalda para irse apresuradamente a su habitación. Vera acabó de abrir la puerta y entró en el vestíbulo, extrañada por aquel comportamiento. Por supuesto, no esperaba que el hijo del director le sonriera o le dirigiera una palabra amable, pero la indiferencia con la que actuó la dejó descolocada. Decidió no darle más vueltas y avanzó por el pasillo. En realidad, agradecía que se hubiera ido y le hubiera dado ese respiro.

Sobre la mesa del salón encontró una nota. La letra era del director. La cogió y la leyó en voz baja: «Solo asegúrate de que Martina se coma lo que le he preparado. Está en una fiambrera. Lo más probable es que luego se quede dormida, así que aprovecha y descansa tú también. Te vendrá bien». Cuando terminó de leerla, se sintió invadida por una gran ternura. Aquel hombre era tan entrañable y encantador... Escuchó una risa velada que provenía del piso superior, pero no prestó demasiada atención. Dobló la nota, se la guardó en el bolsillo del pantalón y se dirigió a la habitación de la niña.

Al abrir la puerta vio a Martina sentada sobre la alfombra, rodeada de muñecas y un surtido de trajes para vestirlas. Sin esperar más, entró en el cuarto y le habló con suavidad.

La marca de su piel © PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora