5. Juzgado y condenado

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Vera entró al hotel con una pila de libros bajo el brazo

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Vera entró al hotel con una pila de libros bajo el brazo. Dejó atrás la escalera de servicio y las puertas metálicas de los ascensores, y se detuvo frente al mostrador de recepción, donde encontró a la misma mujer extranjera que siempre la atendía. Con voz acentuada y vibrante le dijo que quería hablar con el director.

La recepcionista, que ya la distinguía del resto de los huéspedes por el trato preferente que había recibido desde su llegada al hotel, asintió con la cabeza y llamó por un teléfono interior para anunciar su presencia. Luego, le indicó que podía pasar a su despacho.

Con paso decidido Vera se acercó a la puerta y golpeó con los nudillos. Tras unos segundos en silencio que le parecieron eternos, la puerta se abrió. Suárez se apoyó en el umbral, sonrió y le dio la bienvenida. Su expresión dio a entender que le agradaba que hubiera roto la distancia que él había establecido.

No obstante, ella intentaba analizar rápidamente el impulso que la había llevado a reencontrarse con su tutor. Aunque le costaba admitirlo, se sentía a gusto con él. Siempre había sido excesivamente reservada y contenida, pero, sin saber cómo, Suárez parecía haberse saltado sus barreras defensivas.

—Ya he empezado las clases —le anunció.

El director amplió su sonrisa al detectar el tono entusiasmado de su voz.

La marca de su piel © PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora