El día no había empezado bien para Vera y parecía que no iba a mejorar. La mañana se le hizo interminable, e intuyó que sería una tarde muy larga cuando la puerta de la casa se abrió y se topó con la mirada gris y arrogante de la profesora de matemáticas.
—Hola —saludó Melisa, improvisando una sonrisa—. No esperaba verte.
Ella tampoco esperaba encontrarla allí, evidentemente, porque su primera reacción fue pronunciar una maldición ahogada antes de mirarla con la misma sonrisa fingida.
—Hola —respondió de manera escueta.
—Cristian está en la ducha —dijo la mujer tras cerrar la puerta—. No tardará en salir.
Vera se quedó inmóvil, sintiendo como el color abandonaba su rostro. Miró de reojo a la profesora sin saber muy bien qué pensar. Mientras mil preguntas contrapuestas y mil respuestas contradictorias pasaban por su mente confusa, la siguió hasta el salón. Melisa la interrogó sin volverse:
—¿Vienes todos los días?
—Sí, cada tarde —respondió Vera deteniéndose junto a la mesa—, después de las clases del instituto.
La profesora caminó unos pasos más y se sentó en el sofá. Su vestido era tan entallado que se le subió hasta la mitad de los muslos, mostrando unas piernas esbeltas y bien torneadas, tan largas que parecían no tener fin.
ESTÁS LEYENDO
La marca de su piel © PGP2024
RomanceVera regresa a su ciudad para cumplir una promesa, pero nunca nada sale exactamente de la manera en que se planea, y desde el primer el momento las cosas empiezan a complicarse. En el lugar menos esperado alguien se cruza en su camino. Alguien con q...