Una semana más tarde, la empleada de la recepción del hotel descolgó apresuradamente el teléfono y marcó la extensión del despacho del director.
—La señorita Bertrán acaba de entrar —comunicó con énfasis—. Ahora mismo se dirige hacia los ascensores.
Esa mañana, el director había ordenado que se le informara inmediatamente cuando la muchacha regresara al hotel, y aunque no era habitual que emitiera ese tipo de instrucciones, la recepcionista efectuó el encargo sin vacilar.
Vera entró en el ascensor y descargó el peso de la mochila sobre el suelo enmoquetado. Apoyó la espalda contra el cristal del espejo y pulsó el botón de la sexta planta. Cuando la puerta empezaba a cerrarse, una mano fuerte y hábil la detuvo, empujándola de nuevo hacia el hueco de la pared. Se sobresaltó y su corazón dio un vuelco al ver a Suárez frente a ella. El director mantuvo la mano sobre el sensor lateral para que la puerta no volviera a cerrarse.
—Lo siento, ¿te he asustado? —preguntó intentando sonar amable.
La muchacha asintió con la cabeza mientras trataba de serenar la respiración. Hubo unos segundos de silencio antes de que director bajara la mirada y se recostara contra el marco de la entrada.
—Tienen que operar a la canguro para extraerle una piedra del riñón —anunció como si su vida se hubiera desestabilizado. Levantó sus ojos del suelo y la miró con preocupación—. Necesito que te ocupes de Martina... solo hasta que Flora se recupere de la operación.
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La marca de su piel © PGP2024
RomanceVera regresa a su ciudad para cumplir una promesa, pero nunca nada sale exactamente de la manera en que se planea, y desde el primer el momento las cosas empiezan a complicarse. En el lugar menos esperado alguien se cruza en su camino. Alguien con q...