Capítulo 19 -"Sangre de klaxosaurio"

206 30 1
                                    

Abrí los ojos como pude, contemplé el espacio en el que me hallaba tendido. Para mi sorpresa nadie se había percatado de mi situación. Dudaba también de que supieran que ya habíamos regresado desde que Ichigo nos lo ordenó. Sentía una fatiga y una falta de energía alarmante pero, por algún motivo mi cabeza había dejado de darme fuertes pinchazos y martillazos. De hecho ya no me dolía, me llevé la mano a la sien y, para mi sorpresa ya no tenía ninguna herida, aunque la sangre que había perdido seguía ahí, goteando por mis mejillas y formando un enorme charco alrededor de mi cuerpo. No podía entender nada, los sonidos, ruidos y cosas de mi entorno comenzaron a difuminarse y distorsionarse, poco a poco el aspecto de la nave iba adquiriendo un tono más y más turbio casi imperceptible ante mis sentidos. Miré a Strelizia o, lo que supuse que sería mi franxx y sonreí débilmente a la vez que estiraba mi brazo ya sin fuerzas.

- A - al menos... Al menos me alegro de haberte podido ver, besar y abrazar una vez más... Z-zero Two...

Dicho esto sentí como mi cuerpo comenzaba a fallarme, mi brazo descendió lentamente pese a mis intentos por mantenerlo sostenido en el aire, cuando impactó contra el charco de sangre ni siquiera sentí el calor de mi propia sangre, ni el frío del metal gélido rozando con mi brazo desnudo y mutilado. Mis ojos también comenzaron a traicionarme, lentamente mis párpados iban abandonando su misión y cerrándose de par en par impidiéndome ver nada de lo que había a mi alrededor. Los únicos sentidos qué, dentro de lo que cabía todavía se mantenían firmes y se negaban por completo, o al menos de una manera plena a cesar en su función fueron mis oídos.

Justo entonces escuché o creí escuchar como las franxx regresaban y descendían para aterrizar dentro del garaje de la nave. Para mi sorpresa eran muchas, lo cual quiso decir que ese garaje ya no pertenecía únicamente al escuadrón 13 y qué, alguna de las otras naves centrales había sufrido algún percance y o bien, había sido aniquilada. Entre las voces que había a mi alrededor pude identificar sutilmente la de mis compañeros. Estaban hablando entre ellos.

- Ya verás cuando se entere Hiro - Zorome parecía bastante animado.

- No sé yo si ahora es un buen momento... A saber cómo actúa, sabiendo como es... - esa voz me hizo abrir los ojos, aunque era incapaz de ver nada más que un espacio en negro.

- Tranquilo, seguramente se alegra muchísimo, hay algo que tú no sabes y es que... - Todo se detuvo de pronto, las voces cesaron, los ruidos desaparecieron, era como si de pronto, todo a mi alrededor se hubiese muerto.

No, que tonto soy, nada a mi alrededor había muerto. En realidad, alrededor del resto de pistilos y estambres, yo era quién había muerto.

Abrí los ojos lentamente y una luz blanca me cegó. A mi alrededor mis compañeros se habían arremolinado en torno a mi cuerpo ahora sin vida. Unos lloraban, otros se llevaron las manos a la cara debido al espanto pero, más allá del sufrimiento que mi muerte le debería estar causando a la gran mayoría, lo que a mí me impactó llamando seriamente mi atención fue el hecho de que tanto mis cuernos, como colmillos habían crecido de un modo exponencial. Viendo mi rostro podía reconocer perfectamente el de Zero Two, lo cual me causó un hormigueo o, lo que fuera debido a que en esos momentos era simplemente un alma sin un recipiente con el cual poder transportarme. Pero, todavía más allá de eso, lo que vi reflejado en el suelo, me dejó mudo y aterrado. Mi sangre, mi genética como humano, todo lo que me identificaba como un ser perteneciente a la raza humana, había desaparecido por completo. El charco que se había formado alrededor de mi cabeza y sus proximidades no tenía el tono rojo oscuro que normalmente tiene la sangre. De pronto en mi mente apareció una visión. Eramos Zero Two y yo, pero de niños, justo el día en el que la rescaté. Cuando contemplé por primera vez el color de su sangre. Era como la mía. Era azul.

Zero Two & Hiro - Juntos Hasta El FinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora