9. LAZOS

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Ya habían pasado dos horas desde que habían llegado al hospital. Anne y Gerard se habían puesto a jugar en la sala de espera. Kike y Ana habían intercambiado un par de palabras. Y Eva... Eva no paraba de dar vueltas por la sala, con los ojos empañados en lágrimas. Nadie les decía nada y estaban todos hechos un manojo de nervios. Poco después salió el doctor con mala cara.

-         ¿Familia de Hugo Cobo? – dijo el doctor.

-         Sí, soy su madre – dijo Ana levantándose y acercándose a él – ¿cómo está?

-         Bueno, la operación ha ido bien, pero ha sido muy difícil, tenía la pierna derecha rota por tres sitios; ahora solo hay que esperar a que despierte, aunque lo vamos a tener sedado hasta que los huesos se empiecen a soldar otra vez, ya que el dolor en este tipo de fracturas es muy fuerte.

-         ¿Puedo verlo?– preguntó Ana.

-         En cuanto despierte.

-         Muchas gracias.

Ana se giró para explicárselo a Anne, pero se encontró a Eva pegada a ella y a Kike un poco más para atrás.

-         ¿Entonces está bien? – dijo Eva intentando contenerse las lágrimas.

-         En principio si – contestó Ana – deberíais marcharos a casa para descansar.

-         Sí Eva, será mejor que mañana hay clase – dijo Kike.

-         No, yo no me muevo de aquí, está así por mi culpa no me pienso ir hasta que lo vea – contestó Eva enfadada.

-         ¿Por tu culpa? – preguntó Ana.

Eva le contó todo lo que había pasado a Ana y a su padre.

-         Eva, pero tú no estás bien, ¿eh hija? – Kike se giró hacia Ana – Espero que la puedas perdonar, desde que murió su madre se ha vuelto una delincuente.

-         Tranquilo, son niños.

-         No, no, no son niños, tiene 17 años, ya no tiene edad de ir haciéndole putadas a todo el mundo – dijo Kike muy enfadado – Eva, estás castigada y más te vale que consigas sacar el curso adelante porqué como tengas que repetir te vas directa a un internado.

-         No seas tan duro con ella, lo estará pasando mal.

-         ¿Y los demás no? En fin, será mejor que nos vayamos.

Despertó a Gerard que estaba dormido en una de las sillas de la sala de espera junto a Anne.

-         ¿Quieres que me lleve a Anne a casa? Tengo espacio suficiente, puede dormir con Eva.

-         ¡Que yo no me voy papá! Que duerma en mi cama.

Kike echó una mirada furiosa a su hija que se había puesto a llorar otra vez.

-         Puede quedarse conmigo si quiere, y sí, me harías un favor si te llevaras a Anne contigo.

-         Está bien, Eva te quedas. Gerard, Anne vamos.

-         ¿Se queda a dormir con nosotros? – dijo Gerard ilusionadísimo.

-         Sí. Al menos hasta que Ana pueda volver a casa.

Gerard y Anne se pusieron a saltar muy contentos.

-         Perdona si soy indiscreto – dijo Kike – pero ¿y tú marido?

-         Ese cabrón nos abandonó a los pocos meses de nacer Anne, no sé dónde está ni me importa; no lo necesito.

Kike cogió a los niños y se fueron para casa. Eva y Ana se quedaron en la sala de espera mientras esperaban a que Hugo despertara de la operación.

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