10. CONFESIONES

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-         ¿Quieres hablar? – preguntó Ana a Eva, quien se quedó sorprendida.

-         ¿De qué?

-         No sé, de por qué has cambiado tanto según tu padre, de por qué le hiciste eso a mi hijo... de cualquier cosa que te atormente... debe ser difícil no tener una madre con la que hablar de ciertas cosas...

De repente a Eva se le empiezan a empañar los ojos y se echa a llorar en los brazos de Ana como si fuera un bebé mientras ésta la abraza.

-         Eh, eh, que no pasa nada si no quieres hablar.

-         No, no, sí quiero – dijo Eva entre sollozos.

-         Sé que soy una extraña para ti pero puedes confiar en mí.

-         Yo antes era la típica niña buena que estaba todo el día jugando y riendo, sacaba buenas notas y tenía muchos amigos; un día estaba en el parque con mi madre y se me escapó la pelota, y yo fui corriendo detrás de ella hasta el medio de la carretera; mi madre salió corriendo detrás de mí para pararme porqué venían coches, y de repente noté un fuerte empujón y oí un golpe, me caí de boca al suelo... lo siguiente que vi fue a un montón de gente alrededor del cuerpo de mi madre y a unas cuantas señoras mirando a ver si yo estaba bien. Tenía 7 años, y desde aquel día todo cambió para mí.

-         Debió ser muy duro – dijo Ana.

-         No sabes cuánto – respondió Eva – después del accidente de mi madre, dejé de hablar durante un tiempo, no tenía ganas de nada, perdí a mis amigos, empecé a suspender y solo tenía el apoyo de mi padre... años después cuando empecé el instituto me convertí en lo que soy ahora, un monstruo.

-         No digas eso Eva – la interrumpió Ana.

-         Si lo soy... ¿no ves lo que le hice a tu hijo el otro día? ¿Y no ves qué lo que le ha pasado hoy ha sido también por mi culpa?

-         No ha sido culpa de nadie, lo del otro día fue una chiquillada, hecha con muy mala leche, y lo de hoy no ha sido culpa de nadie – repitió Ana.

-         La cuestión es que nunca me va a perdonar, como mi madre, que seguro que tampoco me ha perdonado haber perdido la vida por mi culpa – rompió de nuevo a llorar.

-         Eva, tú madre dio su vida por ti, y no creo que te tenga que perdonar nada; todas las madres lo haríamos por nuestros hijos, y cuando seas madre lo sabrás.

-         Pero Hugo...he sido muy mala con él.

-         Con Hugo ya hablarás, seguro que lo entiende.

Eva se recompuso un poco después de todas las lagrimas que había derramado.

-         ¿Sabes? Hugo tampoco tiene padre desde los 7 años; su padre nos abandonó cuando Anne tenía solo unos meses y no hemos vuelto a saber nada de él. Hasta que su padre desapareció, Hugo era un niño muy movido e inquieto, pero desde que su padre se fue, se convirtió en un niño muy centrado, tranquilo y estudioso. Que no me quejo para nada, pero éste no es mi niño. Años más tarde cuando entró al instituto le empezaron a hacer bullying y muchas veces he pensado en cambiarlo de colegio pero él siempre me decía que no, que ahí había alguien que lo necesitaba pero que "ese alguien" aún no lo sabía.

-         No sabes lo culpable que me siento de lo del bullying, aunque las otras veces yo no he tenido nada que ver; la primera vez que hablé con él fue la semana pasada –dijo Eva – ¿Y no sabes quién es ese alguien que lo necesita? – preguntó curiosa.

-         Ni idea, nunca me lo ha querido decir.

-         ¿Familiares de Hugo Cobo? – interrumpió el médico.

-         Sí, dígame –contestó Ana.

-         Pueden pasar a verlo.

Eva sonrió a Ana y le hizo el gesto de que pasara ella primera, después de todo Ana era su madre, y ella solo la que le había jodido la vida.

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