Capítulo 8

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Capítulo 8

Mierda, mierda, mierda. Es tarde, llego tardísimo al trabajo y todo por ese sueño tan raro en el que hacía un trío con Naya Rivera y Quinn, francamente esta tensión sexual va a terminar por matarme, por suerte Quinn durmió en el suelo de la habitación. Crucé las puertas de cristal esperando ver la mirada reprobatoria de Lopez y esperando algún ácido comentario de su parte, pero en lugar de eso me encontré a todos reunidos detrás del mostrador con una canción que no pertenecía a compositores con peluca, aires de divos y en su mayoría muertos. Conocía la tonada, era Helena de My Chemical Romance.

—Buenos días —salude.

—Buenos días Brittany —contestó Tina sonriente.

—Llegas diecisiete minutos tarde, hoy no hay propinas para ti —soltó Lopez.

Suspire, ya lo veía venir. En la cafetería tienen esta especie de arreglo donde si llegabas tarde tus propinas del día iban directo a la bolsa del premio al empleado del mes que por lo general terminaban en el bolsillo de Rachel o Tina.

—Cómo iba diciendo —dijo Mercedes alzando la voz— el próximo viernes voy a tocar un par de canciones y la asistencia es obligatoria, ¿verdad Santana?

La latina la miró con cara de pocos amigos.

—No pienso faltar al colegio para ir a ese bar de mala muerte.

— ¿Lo ven? Dice que es obligatorio —dijo Mercedes sonriendo.

Puck comenzó a reír.

—Iré con Lauren.

—Pensé que a tu novia no le gustaba el rock —dijo Mercedes con una mueca de disgusto.

—Es verdad que prefiere algo más suave pero es nuestro día de descanso y creo que será divertido si todos van —repuso Puck.

—Bien —acepto la morena.

—Lo siento Mercedes, ese día tengo que entregar mi boceto para el proyecto final y realmente quiero que mi cuadro se exhiba en la galería de arte este año —se disculpó Tina.

La mire sorprendida.

— ¿Pintas? —cuestione intrigado.

— ¿No lo sabías? Tina asiste a un colegio de pintura y escultura—informó Lopez con un inusual orgullo en la voz.

— ¡Eso es genial! —exclame sonriéndole a Tina.

La asiática me devolvió la sonrisa.

—Hablando de escuelas ¿A donde asistes tú? —preguntó Mercedes.

—A la pública de Lima —informe.

—Qué raro, también voy ahí y nunca te he visto —dijo Mercedes.

Me encogí de hombros.

—Supongo que no llamó la atención.

—Con esos ojazos seguro que si lo haces, ¿tú vendrás? —inquirió ella.

—Si —respondí avergonzada.

—Perfecto, entonces Santana... dudo mucho que tus calificaciones perfectas se arruinen por un día que faltes.

—Los profesores en Carmel son muy estrictos, ya sabes.

La morena frunció la naricilla y puso las palmas de sus manos en las mejillas de la latina.

— ¡Por favor Santana! Tocaremos tu canción favorita.

—Está bien —accedió la aludida dando un paso atrás para separarse de las manos de Mercedes.

— ¡Los esperó ahí! —chillo emocionada Jones.

—Bueno basta de perder el tiempo, regresemos al trabajo, Mercedes quita esa música y pon la habitual —regaño Santana.

Todos nos apresuramos a continuar con nuestras actividades. Mantenía la vista en el suelo mientras trapeaba y un zapato deportivo apareció en mi campo de visión, reconocería ese calzado donde fuera, cuando levanté la vista me encontré con los ojos del director de la escuela.

— ¿Ya tienen servicio? —pregunto.

Eche un vistazo a la entrada que aún conservaba el letrero de cerrado y lo mire malhumorado.

—Buenos días señor Figgins, por favor pase —dijo Tina.

Si ella no hubiera intercedido le hubiera gritado al fulano que aún no terminamos de hacer la limpieza y ahora estaba ensuciando todo de barro. Ese hombre no me caía bien, de vez en cuando mientras el entrenador Tanaka dirigía al equipo él lo veía todo desde las gradas y hacía comentarios malintencionados respecto a cómo deberíamos desenvolvernos en el agua.

— ¡Figgins! —escucho que saludaba animadamente Mercedes.

—Hola linda, ¿me preparas lo de siempre?

—Sandwich de atún saliendo —dijo Mercedes.

—Hola Santana, ¿Cómo está tu madre? —pregunto.

A Lopez se le agrio el gesto, entonces ya éramos dos las que odiábamos al tipo.

—Excelente —respondió cortante.

—Me alegro —dijo con una desagradable sonrisa.

En la estancia permaneció un silencio incomodo solo roto por el sonido de la música y el vapor de la cafetera. Su pedido fue entregado y él se marchó no sin antes decirle a Lopez que le mandara saludos a Maribel. Yo no respire tranquila hasta que él desapareció de mi vista. No podía creer que ese tipo fuera amigo de mi padre en su juventud.

BreadstixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora