Capítulo 22

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Capítulo 22

Me miré al espejo una última vez antes de salir de mi casa, pensé seriamente en ponerme una camisa y zapatos, después de todo se suponía que Santana me llevaría a cenar, pero deseche la idea de inmediato, ya que sería incomodo andar con esa apariencia por los terrenos del lago; en su lugar me puse jeans y tenis, además de mi sudadera menos holgada, estaba a gusto con mi apariencia, me veía bastante bien, estaba lista para impactar a la morena. El ruido de un motor en la entrada me alertó de que Lopez ya había llegado, salí de prisa encontrándome con una imagen increíble, de alguna manera, la morena siempre lograba sorprenderme. Ahí, justo frente a mi casa, estaba Lopez montada en una motocicleta de color plata, observé con la boca abierta (literalmente) como apagaba el motor, se quitaba el casco rojo brillante y sacudía su melena para después mirarme con una sonrisa, orgullosa de lo que había logrado en mí. Pasaron unos segundos antes de que mi cerebro decidiera funcionar otra vez, me aclaré la garganta y me acerque a ella.

—Hola —dije sin aliento.

—¿Qué tienes ahí? —preguntó Santana señalando una bolsa de plástico reciclada con el logo de una librería que tenía en la mano.

—¡Ah! Son tus cosas, las acabo de lavar —contesté abriendo la bolsa para sacar su bufanda y su gorro.

—Hace un poco de frío, ¿Por qué no me las pones? —dijo sonriendo.

Paso su pierna derecha sobre el asiento para poder quedar sentada de frente hacia mí, la miré de arriba abajo, llevaba puestos una chaqueta, botas y guantes negros de motorista, además de jeans azul oscuro y playera blanca, su estilo era casual y, aun así, parecía una modelo; trague saliva. Le coloqué con cuidado la bufanda sobre el cuello, por un momento nuestros rostros quedaron a centímetros de distancia, eso me dejó claramente turbada, con las mejillas ardiendo, le lancé una rápida mirada a los labios de la morena que en ese momento formaban una sonrisilla petulante, no pude resistirme a querer borrar toda esa arrogancia con un beso, así que solo lo hice.

—¡No recuerdo que me preguntaras si quería ser besada! —exclamó divertida la morena cuando me aleje de ella.

Crucé mis brazos a la altura del pecho y fruncí el ceño, ¿íbamos a pelear por esto? ¿De nuevo?

—Pero, solo para aclararlo, yo siempre voy a desearlo, Rubia —agregó rápidamente al ver mis gestos, logrando que mi expresión se ablandara de inmediato, sonreí tímidamente.

—Estas siendo muy directa últimamente —mencioné.

—Me ha quedado claro que eres demasiado inocente para saber captar las indirectas, así que decidí cambiar de estrategia —dijo encogiéndose de hombros.

No pude sentirme ofendida, a pesar de su claro insulto, porque en este momento la estaba encontrando realmente encantadora.

—Sube o llegaremos tarde —instó Lopez pasándome un casco que guardaba debajo del asiento.

Me puse el casco notando que aún tenía la bolsa de plástico con el gorro de Santana en la mano, la guarde en mi mochila, ya se la daría más adelante, y me monte en la moto detrás de la morena.

—Sujétate fuerte —exclamó sobre el ruido del motor.

Una vez que aferré mis manos en la cintura de Lopez, arrancamos en dirección al lago. El camino fue silencioso y agradable, podía sentir el calor que desprendía el cuerpo de Santana frente a mí, su perfume invadiendo mis sentidos, el aire golpeando mi cuerpo y el suave ronroneo del motor, todo era perfecto y, aunque deseaba quedarme allí para siempre, el viaje me pareció desesperadamente corto. Llegamos exactamente en quince minutos a la entrada, donde nos esperaba el celador para abrir la puerta, nos lanzó una mirada llena de odio cuando pasamos por su lado, algo muy normal en él quien siempre lanzaba miradas mortales a todos los alumnos. Delante de nosotros se alzaba el imponente edificio, que había sido adaptado como escuela para que miles de estudiantes de preparatoria y universidad estudiaran ahí, aunque ya había estado allí el año pasado, la magnificencia de aquella construcción no dejaba de impresionarme.

Santana se desvió a la derecha del camino, enfrente del campo de fútbol había un improvisado estacionamiento, para que los espectadores de los partidos pudieran dejar sus vehículos. Aparcamos ahí. Recorrimos el resto del camino al lago a pie.

—¿Estás segura de que no te molesta esperar? —pregunté.

—Ya te había dicho que no, si las vistas no consiguen impresionarme, traje un libro para leer —contestó la morena señalando un bolso gris que llevaba cruzado al pecho. No lo había notado hasta que ella lo señaló.

—De acuerdo.

Mi equipo se encontraba completo al pie del lago para el momento de mi llegada, habían dejado sus pertenencias bajo la sombra de un árbol, incluyendo su ropa.

—Bienvenida, Brittany, estamos por comenzar, quítate la ropa y comienza a estirar —dijo el entrenador en cuanto me vio.

—Sí, señor —contesté con una sonrisa.

—¿Soy el único que piensa que eso sonó muy sexual? —preguntó Santana en voz baja.

Negué con la cabeza, divertida, Lopez se encogió de hombros. Dejé mi mochila en el césped y comencé a desvestirme, sintiéndome ligeramente cohibida porque la morena no despegaba la mirada de mí, cuando solo tenía puesto el traje de baño, que tenía debajo de la ropa, Santana soltó un silbido apreciativo.

—¡Qué buen cuerpo rubia! —alabó.

—Comienzo a arrepentirme por dejar que vinieras.

—No seas tímida, iré a sentarme por allá —dijo Santana señalando una banca cercana.

—Bien.

Corrí hasta donde se encontraba mi equipo, Quinn me lanzó una mirada interrogante a la que solo respondí encogiéndome de hombros. Después de los estiramientos nos adentramos en el agua que, por supuesto estaba helada; todas nosotras, sin excepción, maldijimos en voz alta y comenzamos a nadar, la temperatura en la alberca de la acuática era de por sí baja para poder prepararnos, pero comparada con la del lago casi parecía un chiste. El entrenador nos dio las instrucciones pertinentes y después fue a sentarse junto a Santana, me pregunté de qué estarían hablando. Dos horas más tarde, cuando el sol comenzaba a ocultarse, el entrenamiento finalizó. Recogimos nuestras pertenencias para después desfilar hasta los vestidores del campo de fútbol, donde nos bañamos y cambiamos.

—Viniste con Lopez —dijo Quinn cuando me preparaba para salir.

—Sí —contesté simplemente.

—¿Van en serio? —preguntó cautelosa.

—¿Por qué preguntas?

—No lo sé, somos amigas y no me lo habías comentado.

Me detuve en la puerta para mirarla, el resto de las chicas ya había salido.

—¿Es enserio?

—Por supuesto, compañera, además yo... tengo cosas que quiero contarte también —dijo algo avergonzada.

Sonreí.

—De acuerdo, cuando tengamos algún momento libre hay que conversar.

—Genial.

Me encontré con Santana que me esperaba en el estacionamiento, ya se había subido a la motocicleta y miraba distraídamente su celular.

—¡Hey! —exclamé para llamar su atención cuando estaba relativamente cerca de ella.

Levantó la vista y me sonrió, luego cruzó los brazos e hizo un asentimiento con la cabeza en dirección a Quinn.

—Fabray—dijo la morena en lo que pareció un seco saludo.

Quinn levantó las cejas molesta, intercambió una mirada conmigo para después decir:

—Lopez.

—No olvides confirmar tu horario para este mes rubia teñida.

—¿Acabas de llamarme...? —comenzó a decir Quinn con una clara molestia en la voz, las cosas estaban por ponerse feas si continuaban por ese camino.

—Vamos, Santana, muero de hambre —interrumpí a mi amiga, antes de que todo fuera peor, y me apresure a subir detrás de Lopez.

En unos minutos, dejamos atrás el lago para regresar al pueblo, tenía mucha curiosidad sobre el lugar al que me llevaría Lopez.

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