Capítulo 34

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Capítulo 34

—Me siento como una idiota —se quejó Santana.

Me encontraba frente a ella sosteniendo sus manos, mientras mi novia pataleaba en el agua. Le dediqué una sonrisa enternecida, se veía graciosa con las mejillas arreboladas, el cabello mojado pegándose a su frente y la mueca de impaciencia que tenía en el rostro; todo esto la hacía lucir hermosamente tierna.

—Así es como se empieza, Santana, además hiciste un gran progreso aprendiendo a flotar —la alenté.

La morena bufó con incredulidad, aun así, la arruga de su frente que indicaba resolución, no flaqueó ni un segundo hasta ese momento. Habíamos estado nadando en la zona baja de la alberca, pero ya que notaba a Santana más serena y cómoda con el agua, comencé a adentrarme en las profundidades, sentí como poco a poco el agua comenzaba a cubrirme el cuerpo, primero la espalda hasta llegar a los hombros.

—Brittany —dijo de pronto la morena con una pizca de pánico en la voz, mientras sus ojos se abrieron más de lo normal— te estás hundiendo, regresemos.

—Está bien, no me voy a ahogar.

—Tal vez tú no, pero yo sí —insistió con verdadero terror, comenzaba a desesperarse más rápido de lo que pensaba.

—No tengas miedo, puedo rescatarte si te hundes —dije con voz suave intentando calmarla.

Santana me miró acusadoramente con sus intensos ojos negros, entonces soltó mis manos bruscamente y pataleo rápidamente hacia mí, apenas tuve tiempo de reaccionar sosteniendo su cintura, pues me había rodeado el cuello con sus brazos y la cintura con sus piernas, trastabillé un poco en el resbaladizo suelo de la alberca, pero conseguí mantenerme en pie.

—Eso fue peligroso, Santana —exclamé contra su cuello, buscando tranquilizarme luego del susto que me dio.

—Llévame a la orilla —ordenó enterrando su cara contra mi hombro.

La voz de Santana había sonado temblorosa, estaba en serio asustada, la estreché fuertemente contra mi cuerpo para infundirle un poco de seguridad y comencé a caminar lentamente a la parte baja de la piscina.

—Lo siento, parece que fue demasiado pronto —me disculpé.

La morena no dijo nada y temí que se hubiera molestado conmigo, cuando llegamos a la zona segura le acaricie la espalda para indicarle que ya me podía soltar, ella se limitó a bajar las piernas de mi cintura, pero no se movió.

—¿Santana? —pregunté nerviosa.

—Ya me cansé de nadar —susurró muy cerca de mi oído, lo cual me provocó un escalofrío que recorrió mi columna vertebral.

Sonreí, la voz de la morena había sonado juguetona y sugerente.

—¿Qué quieres hacer entonces? —interrogué, haciéndome la desentendida, esperaba que ella tuviera una propuesta interesante para mí.

Se separó de mí por fin y me miró a los ojos con intensidad, las palmas de sus manos permanecieron en mis hombros tocándome con mucha delicadeza.

—Se me ocurren un par de cosas —replicó—, salgamos.

Diez segundos más tarde, estábamos besándonos contra la puerta de la cabaña empapando por completo la seguramente costosa alfombra, el cuerpo de Santana se sentía tibio y resbaladizo contra el mío. Sin nada más que un traje de baño interponiéndose entre nuestros cuerpos; aun así, era demasiada ropa para nosotras por lo que rápidamente nos deshicimos de ellos. Santana me dirigió hasta el sillón más grande de la cabaña y se recostó sobre mí, compartimos un largo beso, esta vez sin prisas, que me supo dulce y delicioso. Una ráfaga de aire frio hizo que me estremeciera al mismo tiempo que mi novia, la morena tomó la manta de color verde que descansaba en el respaldo del sillón y nos envolvió a ambas con ella. El momento me sabía tan íntimo que me sentía abrumada.

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