Capítulo 23
Una verdad innegable de Lima, es que tiene todo el encanto y misticismo de ser una ciudad mágico, por lo cual yo lo adoraba; a pesar de haberme mudado allí desde hace seis años, todavía no había explorado todo el panorama que esa pequeña localidad podía ofrecerme, prueba de eso era el establecimiento que se encontraba frente a mis ojos: La pizzería. Santana dejó la moto aparcada frente a la ventana del establecimiento y nos encaminamos a la entrada; el lugar en sí mismo era rústico y acogedor. Mesas de madera cubiertas por manteles a cuadros, blancos y rojos, paredes de color arena y velas, todo muy bonito en realidad.
Nos sentamos en una mesa del fondo, enseguida apareció la mesera para dejarnos las cartas, inspeccione los sabores decidiendo al instante que quería una de pepperoni.
—¿Qué tal si pedimos esta? —preguntó Lopez señalando una que incluía carne de res, pimientos y aceitunas negras.
—Eh, yo pensé más en pepperoni, no soy fan de las aceitunas.
Santana me miró con una ceja levantada y una mueca despectiva en los labios.
—¿Estás segura? Estas son pizzas artesanales, no de una cadena comercial de comida rápida.
—Insisto —dije con un tono de molestia en la voz.
Me desagradaba esa actitud elitista que mostraba la morena a veces.
—Como quieras —dijo finalmente Santana, cortando la discusión. Supuse que a ella le molestaba que yo no mostrara su misma actitud elitista.
Pedimos una pizza mediana, mitad pepperoni mitad aceitunas, junto con dos cervezas artesanales. El silencio reinó durante unos incómodos minutos, estaba nerviosa no podía negar aquello, no sabía qué decir ni cómo comportarme; además seguía pensando en la actitud que tenía Santana en algunas cosas, pero no me iba a poner exquisita en ese respecto, la morena me había empezado a gustar de verdad desde hace ya algún tiempo, y debía recordarme que yo no era precisamente una monedita de oro. Nos trajeron las cervezas primero, aproveché para darle un sorbo buscando calmarme un poco.
—¿Cuál es tu color favorito? —pregunté para romper el silencio que me empezaba a incomodar.
Luego me sentí como una idiota al hacer una pregunta tan tonta. Santana me sonrió burlona, pero en lugar de hacer algún comentario al respecto, contestó:
—Azul metálico.
Asentí.
—Ese color se ve bien en tus ojos.
—¿Ah sí? —preguntó Santana, de repente interesada, inclinándose hacia mí.
—Por supuesto, lo noté aquella vez en el bar —levanté la botella de cerveza y la señalé—, esa noche dijiste que podría contagiarte algo si mezclabas tu saliva conmigo, ¿cambiaste de idea?
—No me lo tomes en cuenta, linda , ese día no estaba de buen humor —dijo negando con la cabeza—, pero luego... —agregó mirándome a los ojos— las cosas se pusieron interesantes.
—Ah —dije simplemente, momentáneamente aturdida por la intensidad de su mirada en mí y por el apodo cariñoso, ese "linda" en su voz me había encantado.
Me quede callada por un momento mientras ponían la pizza delante de nosotras, de inmediato se me hizo agua la boca, tenía un olor delicioso y yo tenía mucha hambre luego del intenso entrenamiento.
—Sé que no te gustan las aceitunas, pero intenta con una rebanada, tal vez te guste.
—De acuerdo. —Terminé por aceptar aún no muy convencida, pero Santana lo había pedido de manera amable y no tenía ninguna razón para negarme a probar algo nuevo.
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Breadstix
RomanceBrittany lleva años "enamorada" de su mejor amiga Quinn Fabray y la apoya en cualquier locura. En una de esas locuras conoce a una arrogante y sexy latina que la ayudará a superar su amor por la ojiverde.