-XXIV-

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En Corea del Sur, Saint vivía amando su profesión, ya que con el pasar del tiempo, actuar se había convertido en su pasión.

Estar sobre el escenario recitando un guión metido en sendos y pintorescos personajes era lo que más le gustaba hacer, ya que ni como granjero, monje o como pirata, había obtenido absoluta y plena felicidad que obtenía con los aplausos del público.

Hacer felices a otras personas, provocando risas y llantos de emoción, se convirtió para él en su fuente de fe, la cual alimentaba su alma, llenándolo de paz y serenidad.

Después de recibir el duro golpe de que Zee se había casado con Janis y que esperaban un hijo, este se había venido abajo en un principio pero pronto se recuperó y con el pasar de los meses y los años, había vuelto a sonreír y estaba feliz por él.

Estaba seguro que el capitán sería un buen esposo y un buen padre y lo cierto era que si hubiera habido algo entre ellos, lo  cierto era que jamás le hubiese podido dar hijos.

Lo suyo nada más habría sido un puro romance con sexo, que al final seguro fracasaría pues sabía que Zee era un tipo familiar después de todo y se merecía tener una bonita familia a su alrededor.

Se había autoconvencido a sí mismo, de que la vida había hecho bien en separarlos y en hacerlos seguir distintos caminos, al fin lo había comprendido y aunque él siguiese amándolo como el primer día, era feliz sabiendo que era feliz y dichoso.

Por si parte, Saint tubo muchos pretendientes pero jamás los correspondió, ya que era fuel a su voto de castidad, ya que jamás sintió la necesidad de casarse ni de amar a otro pues los recuerdos era suficientes para él.

Muchos lo colmaban de regalos invitaciones, chocolates, joyas y flores pero nada de eso le interesó nunca pues además de que los chocolates lo engordaban, las joyas de oro y plata le recordaba a su época pirata, ningún ramo se comparó jamás, con el que Zee había escogido para Sammy.

Aquellas hermosas orquídeas más blancas y preciosas que vio jamás y que él había escondido celoso, se mantenían en el recuerdo como un deseo por cumplir.

Poco a poco, la fama del grupo teatral había ido cogiendo fama, por lo que eran requeridos en distintos pueblos y regiones, donde reyes, condes, religiosos, los contrataban para que actuasen en fiestas y actos.

Salir de Corea del sur no le hacía mucha gracia al castaño pues aunque las últimas noticias que tenía sobre el al Alma furiosa, había sido que AA era quién capitaneaba y este seguía distintas rutas en busca de buenos lugares que saquear.

Este temía toparse con su pasado en cualquier momento pero tuvo que aceptar y viajar pues era eso o ser despedido y morirse de hambre.

Durante meses, la compañía recorrió todo el territorio asiático y parte del extranjero pero jamás fueron a Bangkok, incluso cruzaron el mar y fueron a las Filipinas.

En su última noche de actuación  antes de su regreso a Corea, luego de meses fuera, en la posada en la que se hospedaron, Saint conoció un joven muy apuesto que no tenía dinero pero si ganas de trabajar.

Lo cierto era que necesitaban a alguien para sustituir a los que​ se indisponían, así que el conde Suttinut lo contrató, su nombre era Perth Tanapon.

El muchacho era asiático también y contó que pertenecía a una familia distinguida, que sus padres se habían separado y él se había viajado de un lugar a otro con su padre pero al morir este, se había acabado el dinero y vivía de los trabajillos qu...

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El muchacho era asiático también y contó que pertenecía a una familia distinguida, que sus padres se habían separado y él se había viajado de un lugar a otro con su padre pero al morir este, se había acabado el dinero y vivía de los trabajillos que le salían.

Al parecer tenía más familia, concretamente una tía y dos primos pero había muchos años que no los veía y nada sabia de ellos.

Ambos hicieron muy buenas migas y este no dejaba de  alabarlo y hacerlo reír, además de que lo cuidaba y protegía, por lo que Saint empezó a verlo con otros ojos y por segunda vez en su vida, sintió atracción por otro hombre, al igual que le había ocurrido con Zee.

Perth se enamoró perdidamente de él y aunque el castaño se hacía el no enterado, la verdad era que el chico también le gustaba y en cierto modo tenía aspectos muy parecidos al capitán, así que poco a poco le abrió su corazón.

Todos decían que una pareja increíble y envidiaban pues los dos eran guapos, sanos, trabajadores y con mucho talento.

El cariño se convirtió en amor, por lo que Zee quedó guardado en un rincón del corazón de Saint.

Solo había una cosa que a Saint no le gustaba de su novio y era su insistencia de ir a Bangkok con la compañía pues quería saber de su familia y tras insistirle al dueño, este se salió con la suya.

Cuando el castaño se enteró, su alma cayó al suelo.

—Oh no, maldita sea

—Oh no, maldita sea

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16. Mi ardiente capitán -Zaintsee - TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora