La madriguera

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— ¡¿Qué?!!! ¡Licántropo, Arthur! — exclamó Molly, entrando en pánico.

— Cállense, zanahorias, soy tribrida — interrumpí con una sonrisa mientras Fred y George se reían, empujándome hacia Molly. — La Luna no me afecta, por favor, señora Weasley, no se preocupe.

Molly se quedó quieta hasta que reaccionó.

— ¡USTEDES DOS! — gritó enojada, acercándose a Fred y George para jalarlos de las orejas.

— Lo siento mucho, señora Weasley, por el susto que pudo ocasionarle. Soy bruja, vampiro y... licántropo, pero no soy peligrosa con la luna llena.

— Lo siento mucho, cariño. Estos niños me hicieron creer que... oh, bueno, siéntense, Arthur.

— ¿Qué pasó, M... oh, ¿por qué no nos presentas a tu nueva novia, Fred?

— ¡Oh no! De hecho, salgo con ambos — sonreí —. Me llamo Valeria, pero pueden llamarme Val.

George me miró conteniendo la risa, y Fred se mordió el labio mientras sonreía.

— Es tribrida — comentó Molly entre dientes, sonriendo.

Llegó toda la multitud familiar que faltaba. Mientras Molly los recibía, Arthur me observaba con asombro.

— Cómo... explícame, ¿cómo es eso? — preguntó emocionado.

— Soy bruja, vampiro y licántropo — cambié el color de mis ojos.

Arthur casi se cae de la silla al verme. — ¿Y cómo es eso posible?

— Su padre es un híbrido — explicó Bill.

Yo solo asentí con la cabeza. — Y su madre es una bruja — agregó George.

— Deberían ver lo rápida que es — dijo Hermione.

— Y lo... fuerte — comentó Ron, aterrado por mi fuerza.

— ¡Maldita!

— ¡Ginny! — gritó Molly desde la puerta.

Estábamos sentados en la mesa, su casa me recordaba esos lugares con una luz cálida que te hace sentir muy soñoliento por el reflejo relajante de la luz. Molly estaba preocupada por la visita, rascándose la cabeza mientras pensaba en la cena. Arthur, a diferencia de Molly, me miraba con admiración y curiosidad.

— ¿Y cómo puedes convertirte en...? — preguntó Arthur.

Sonreí. — Pues, simplemente lo hago.

— ¿Pero te duele o cómo es ese proceso de transformación? — indagó con brillo en sus ojos.

— Duele, pero es aguantable; lo que asusta es oír cómo se rompen los huesos.

— Vaya...

— Por eso tiene ropa regada por la escuela por si se queda desnuda — bromeó Ginny.

— Nosotros te podemos ayudar a taparte muy bien si lo necesitas — ofrecieron Fred y George.

Molly les dio un golpe en la cabeza con la cuchara de madera. — ¡Niños!

— Bueno, en teoría, podría suceder eso... debería empezar a dejar ropa escondida por Hogwarts.

Arthur soltó una carcajada. — Esta chica es tan ocurrente.

— Créanme, soy más ocurrente cuando tengo sueño.

— ¡Es peligroso! — exageró Ginny.

— Ya está la comida — interrumpió Molly dejando una cacerola en medio de la mesa —. ¡No tenía nada preparado! — dijo acomodándose el cabello con frustración.

— No importa, es comida — le respondió Ron.

La cena estuvo muy bien; platicamos sobre la escuela y lo que teníamos planeado para el Yule Ball. Arthur me hizo preguntas sobre mis genes, mientras Ginny imitaba a su padre.

— Es fascinante — comentó Arthur, siguiendo con su comida.

— La primera transformación es la más dolorosa — le dije.

Después de la cena, ayudé a pasar los platos al fregadero y Molly y Arthur se despidieron de nosotros para ir a dormir. Nosotros nos quedamos en la sala, riendo con las ocurrencias de Fred y George. George me hizo recargarme en su cuerpo mientras desenredaba mi cabello, y Fred jugaba con mi mano. Miré de reojo a Ginny, Harry la tomó de la mano, para ver sus nudillos. Excusas. Bill se acercó a mí y puso su mano en mi cara, moviéndola.

Me di cuenta de que Harry y Hermione ya eran parte de ellos, eran integrantes de la familia. En cambio, yo me sentía bien, pero era algo nuevo, algo extraño.

— Ese tal Theodore nunca me ha caído bien — comentó Harry.

— A mí tampoco — afirmó Ron.

— ¿Cómo supiste que no era Draco? — me preguntó Bill.

Suspiré. — No lo sé, fue un instinto; Draco es un idiota, pero sé que no lo hizo.

Seguimos hablando, todo fluía con normalidad y se sentía bien no preocuparse por los dramas escolares esa noche. Después de un rato, nos fuimos a dormir, pero... me desperté por culpa de los sueños. Me levanté de golpe, mi corazón acelerado y mi respiración agitada; sentía que me iba a morir. Salí de la madriguera y observé el cielo; extrañaba a mis padres.

Así que me transporté allá, con mis padres. La casa era hermosa, siempre me había gustado el enorme bosque y la gran calidez que se sentía. Escuché un ruido en la cocina y risas; caminé con cuidado. Era mi mamá, y ahí estaba... el híbrido, mi papá.

— ¡No, Vic! — empezó a reírse mi mamá —. No puedo creer que te dé hambre a las cuatro de la mañana.

— Sabes... deberíamos ir por Valecita e ir de viaje — le sugirió.

Sonreí, unas lágrimas salieron de mis ojos; era felicidad, no los veía desde hace mucho tiempo.

— No podemos, no ahora... eres un fugitivo de Azkaban.

— No la he visto en 10 años — se quebró un poco su voz.

Una parte de mí quería salir del escondite y abrazarlos, y otra parte tenía miedo, pero no lo suficiente para no hacerlo.

— Hola papi, hola mami.

Tribrida en Hogwarts ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora