Fogata parte 2

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De repente, la voz de Harry y Ginny se escuchó acercándose al bosque. Ambos llevaban ramas y troncos para la fogata.

— ¡Ahí están! — exclamó Ginny mientras se acercaban con las manos llenas de leña.

Entre risas y bromas, comenzamos a construir la fogata en el centro de nuestro improvisado campamento en el bosque. Las llamas danzaban, iluminando nuestros rostros con destellos cálidos.

— Esto es genial — comentó Ron mientras se recostaba en una colcha.

— Definitivamente necesitábamos un descanso de Hogwarts — añadió Hermione.

El ambiente tranquilo del bosque, combinado con el crepitar de la fogata, creaba una atmósfera relajada y acogedora. Cada uno compartía anécdotas y risas, disfrutando de la compañía del grupo.

Fred continuaba con mi mano en su bolsillo, y de vez en cuando, intercambiábamos miradas cómplices. El bosque se convertía en nuestro refugio temporal, alejándonos del ajetreo de la vida diaria en Hogwarts.

— Deberíamos hacer esto más seguido — sugirió George, mirando las estrellas que brillaban en el cielo nocturno.

— Totalmente de acuerdo — respondí, apoyando la cabeza en su hombro.

La noche avanzaba, y la fogata menguaba lentamente, dejando solo brasas resplandecientes. Harry comenzó a contar historias de sus experiencias en Hogwarts, y las risas se mezclaron con la serenidad del bosque.

— ¿Recuerdan la vez que casi atrapamos a Peeves con una trampa? — preguntó George, recordando travesuras pasadas.

— Esa fue épica — exclamó Ron, riendo.

Cada historia compartida fortalecía los lazos entre nosotros, creando recuerdos que perdurarían mucho después de esa noche. El bosque, testigo de risas, secretos y camaradería, se convertía en un lugar especial para nuestro grupo.

El tiempo pasó volando, y la luna alta en el cielo indicaba que la madrugada se acercaba. Aunque la fogata comenzaba a extinguirse, el calor de la amistad permanecía intacto.

Cuando los avisté, me sumergí en un silencioso deleite, consciente de que aún mantenían el maquillaje, desastrosamente manchado por sus incesantes tocamientos faciales.

— Malditos... han arrasado con toda la comida —les espeté—. Bien, iré por más.

Me aventuré a través del bosque, o al menos eso creo; la mareante borrachera de la noche aún perduraba.

— ¡Por ahí no es! — exclamó Hermione.

Levanté mi brazo. — Ah, eh, ya lo sabía.

Transeúnte del bosque, entoné una canción con paso despreocupado.

— ¡Aliwaliii! — me asaltaron desde la penumbra.

— AHHH — me giré. — ¿Fred? ¿Qué haces aquí?

— Vine a...¡Uh! — Se tropezó y me aferró de los brazos. — Acompañarte.

La comedia de nuestros tropiezos siempre nos perseguía.

— Oh, bien. ¿Te parece cantar mientras llegamos? Porque...me interrumpiste.

Asintió, y sus desafinadas notas provocaron en mí una risa incontrolable.

— De verdad te amo, Fred — confesé entre risas.

— Yo también te amo — susurró.

La conversación se fue. Fred entonó suavemente el estribillo de una canción.

Al regresar a la mansión, procuramos saquear las reservas de papas, maniobrando con sigilo para evitar perturbar el sueño de los demás. Un banquillo en la cocina amenazó con desmontar nuestros planes.

— ¡Hemos llegado! — proclamé, pero ya todos reposaban en un sueño profundo.

Mi mirada se cruzó con la de Fred. Encogió los hombros.

Nos acomodamos a unos metros del grupo, recargándonos en un árbol, provistos de colchas y almohadas.

Tomé una bolsa de papas y empecé a comer.

— No sirven para una pijamada — le espeté.

— No... — eructó Fred.

No pude evitar soltar una risa. — Me encantan tus eructos, Freddie.

Se aproximó con malicia. — Bueno... — eructó cerca de mi rostro.

Intenté reprimir mi risa. — Si supiera eructar, haría lo mismo, pero solo puedo hacer AAAAAAAAA.

Los estragos del cansancio y el sueño emergieron cuando me puse en pie y me refugié tras el árbol.

— ¿A dónde vas, Aliwali?

— Espera... — retorné y me senté a su lado. — Ya.

— ¿Qué hiciste?

Sonreí. — Es que ya me dolían las bubis.

Dejó escapar una risa.

— Bueno... ¿quizás ya estemos algo cansados, no? — sugerí.

Ese peculiar nerviosismo al descubrir sentimientos más profundos en alguien cercano se apoderaba de mí. Jamás lo había percibido de otra manera...
Porque las relaciones podían dañar las amistades. Mis nervios se exacerbaban.

Me recosté en sus piernas y, aunque mis labios pronunciaban palabras, mi mente vagaba lejos. Un beso en mi cabeza selló mi adormecimiento gradual...

Tribrida en Hogwarts ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora