Tribrida en Hogwarts ©

Tiranía Malfoy

Quidditch, tan genial que es difícil describirlo. ¿Saben a lo que me refiero? Es más emocionante y entretenido que un simple partido de fútbol. Mi interés se encendió por la adrenalina de perseguir y golpear a personas en el aire.

— Apesta a perro aquí —habló el rubio, mirándome de reojo.

— ¿Has olido la victoria? —dije sin mirarlo—. Pues lo harás cuando te venza en este juego —extendí mi brazo, y una escoba llegó a mi mano.

Draco me miró de reojo, mostrando su habitual actitud arrogante. Nos dividieron en dos equipos, y por suerte, no estaba en el equipo de Draco. Quería ser cazadora; mi pasión era golpear y taclear a la gente, y no es por presumir, pero se me daba bien. Al subir a la escoba, noté que yo era la única aferrada a ella como si temiera caerme. Draco me miraba con asco, pena y lástima. Enderecé mi postura y le lancé una última mirada antes de avanzar.

Cuando comenzó el juego, me di cuenta de que era como un juego de muggles, pero en el aire. Debía robar el balón y encestarlo, fácil.

Le quité la quaffle a un jugador y la lancé directo al aro. Puntos para mi equipo. Draco me observaba; se mantenía serio hasta que, de repente, sonrió. Dos jugadores de su equipo intentaron bloquearme, pero uno se cayó de su escoba y el otro salió volando en la dirección equivocada.

La sonrisa de Draco desapareció.

— ¡Cuidado! —gritaron.

Seguimos jugando, y mi equipo iba ganando. Cuando apareció la snitch, Draco y otro jugador la persiguieron. Seguí en lo mío; no podía distraerme y mirarlo por mucho tiempo, aunque empezaba a interesarme. Al final, Draco atrapó la snitch, pero nuestro buscador no fue lo suficientemente rápido. Él tenía una sonrisa de victoria en su rostro. Idiota.

— Bestia, creo que el único que huele a victoria en toda esta estúpida escuela soy yo —gritó Draco mientras caminaba hacia mí con una maldita sonrisa de arrogancia.

Hacerme sentir mal era lo último que iba a lograr.

— Soy tribrida, no una bestia —le dije.

Draco sonrió un poco sin dejar de mirarme a los ojos.

— Buen juego, Montes.

Mi corazón se aceleró, y sentí un escalofrío por mi cuerpo. ¡ALTO! ¿Cómo sabía mi nombre? No se lo había dicho completo. Alguien me estaba acosando.

— ¿A quién le pagaste para averiguar mi nombre? —sonreí.

Él dejó de sonreír.

— A nadie, ¿por qué lo haría? No estás a mi nivel.

Solo le sonreí, una maldita sonrisa de victoria. O era demasiado estúpido o demasiado inteligente.

— Por supuesto —le dije—. Deberías inventarte otra excusa, rubio —caminé a su lado y le di una pequeña palmada en el pecho sin dejar de caminar.

Estaba sentada en uno de los sillones de la sala común mientras leía un libro. El lugar tenía un toque sofisticado con colores de media noche y altos ventanales que mostraban una parte del lago, lo cual asustaba a personas como yo.

— ¡Draco! No, suéltame —una chica de cabello oscuro y bonito comenzó a expresarse de una manera para llamar la atención.

Ella y Draco se sentaron enfrente de mí, y después llegó un chico de tez negra con ojos llamativos e inclinados, que daba un aire de vanidad extrema y frialdad. Él me miró y se acercó a Draco para susurrarle algo.

— ¿Ella es la nueva de la que hablaban? —le dijo.

— Cállate, Blaise —susurró Draco.

Sonreí sin quitar la vista de mi libro, aunque hablaran bajo entre ellos, podía escucharlos con claridad.

— No es fea —dijo Blaise.

— Gracias —agradecí en voz baja.

Hubo un silencio prolongado, y casi pensé que no me había escuchado, hasta que al fin me contestó:

— De nada.

Me levanté, los tres me escanearon de pies a cabeza, me fui de ahí y pude escucharlos decir:

— Pues a mí no me parece nada bonita. Yo soy más hermosa que ella —dijo la chica.

— Cállate, Pansy. Seguramente puede oírnos —refutó Draco.

— ¿En serio mató al guardia? —preguntó Blaise.

— No lo sé, dime tú, eres el primero en enterarte de absolutamente todo —respondió Pansy.

— Dejen de hablar de esa maldita loca. ¿A quién le importa? —les dijo Draco.