Un Weasley celoso

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...y me sumí en un sueño profundo. Los susurros del bosque y la calidez de las colchas nos envolvieron. Era como si el tiempo se detuviera, dejándonos a Fred y a mí en un rincón de tranquilidad.

Cuando desperté, la luz del sol filtrándose entre las hojas del bosque me indicó que la mañana había llegado. Al incorporarme, noté que Fred aún dormía con una expresión tranquila en el rostro. Me quedé observándolo por un momento, pensando en lo extraño que podía ser el destino.

Con cuidado, me levanté para no despertarlo y me dirigí hacia la mansión. La casa estaba silenciosa; al parecer, los demás aún disfrutaban del merecido descanso después de la noche animada.

Pero me encontré a Hermione en la cocina tomando agua. Al verme, levantó la mirada con una sonrisa.

— Parece que alguien tuvo una buena noche — comentó.

Sonreí, sintiendo la calidez en mis mejillas.

— ¿Dónde está Fred? — preguntó Hermione.

— Todavía está dormido en el bosque, con los demás —expliqué mientras buscaba una taza para el café.

— No lo puedo creer — dijo riendo. — Parece que la fogata no fue lo único que encendieron anoche.

Mis mejillas ardieron, y le di un codazo juguetón a Hermione.

— ¿Fred? — sonreí. - No tengo nada con él, además está con Angelina.

— ¡Val!

— ¡Hermione!

— No puedo creerlo... — tenía una sonrisa en su rostro.  — No te dijo...dejó todo con ella desde hace días.

— Yo...yo no lo sabía.

Después de preparar una taza de café, regresé al bosque para despertar a Fred y traerlo de vuelta a la realidad.

Lo encontré aún profundamente dormido, y no pude evitar sonreír ante su apacible expresión. Me agaché y lo desperté suavemente.

— Fred, es hora de levantarse.

Abrió los ojos lentamente y parpadeó, orientándose en el nuevo día. Se incorporó con una sonrisa adormilada.

— ¿Dormiste bien? — pregunté.

— Como un bebé. — Respondió bostezando.

La historia de esa inesperada noche en el bosque quedó grabada en la memoria de cada uno de nosotros, sellando una experiencia única y reforzando aún más los lazos de nuestra amistad.
Cuando me vi envuelta en sus ojos entrecerrados, la intriga danzaba en su rostro.

— Estás en otra realidad. Lo dijiste anoche.

— ¡Ay... Fred! — Reí tímidamente. — Ya sabes cómo me pongo cuando estoy así.

Fred tomó mi muñeca y tiró de ella, colocándome sobre él.

— Te pones caliente y empiezas a decir y cantar cosas en español, cosas que no tienen sentido, pero todo lo que dijiste anoche tenía demasiado sentido.

Apreté sus cachetes. — El caliente eres tú. Ahora, si me dejas, seguiré limpiando.

El resto se levantaba. Sus rostros, marcados por la noche pasada, mostraban el rastro de la diversión y el maquillaje desgastado.

Ayudamos a recoger y guardar las cosas, luego nos dirigimos hacia la mansión. Los padres y madres estaban desayunando, junto con el menos amigable de los presentes.

— ¿Van a desayunar?

Íbamos subiendo las escaleras. — No. — Contestamos todos con cansancio. — Gracias...

Cada uno se retiró a su habitación para descansar. Yo ya estaba a punto de caer en el quinto sueño cuando escuché un insistente golpeteo en la puerta. El sonido se intensificaba.

Me levanté y abrí la puerta.

— Bill... ¿Qué pasa?

— ¿Quieres salir a caminar? — Preguntó.

— Pues ya que.

La puesta de sol teñía el cielo y el frío se adueñaba del ambiente. Ahora contaré más sobre Bill.

Pasábamos tiempo juntos, aunque mayormente a solas, ya que se volvía reservado con sus hermanos y otras compañías. Éramos buenos amigos, con una conexión especial. Sin embargo, en privado, se notaba una tensión palpable y una atracción física por mi parte.

— Así que eres fuerte y rápida...

— Bill. — Lo miré. — Eso ya lo sabes, pero sí, también soy agresiva.

Seguíamos caminando por el bosque, y la risa fluía entre nosotros.

— ¿Y te alimentas de sangre? — Preguntó.

— Si quieres saber si tengo intenciones de alimentarme de ti... No lo haré, al menos hoy.

— Lástima. — Susurró.

— ¿Lástima?

Me quedé en silencio. De repente, se detuvo, tomó mi cintura y se acercó más.

Entonces, nos besamos. Continuó besándome y descendió hacia mi cuello.

[...]

Nos cambiamos y emprendimos el regreso a la mansión. Un silencio incómodo se instaló entre nosotros. Comencé a soltar trivialidades, mi nerviosismo se evidenciaba en mis palabras.

— Pues... estuvo bien. — Lo miré de reojo.

Él sonrió. — Si Fred se enoja, me lo dices.

Reaccioné. — Lo hiciste solo para molestar a Fred... Hay más formas, ¿sabes?

Evitó mi mirada.

— ¿Cómo vas con Fleur, William?

Me miró seriamente. Era un hombre de pocas palabras cuando quería.

— ¿Ni un beso?

— No, Aly. — Soltó una risa.

— Deberías haberlo hecho con ella y no conmigo. — Entramos a la mansión. — Bien, gracias por todo, campeón. — Le guiñé el ojo y me dirigí por un pasillo, solo para añadir algo de drama.

Me sentí usada, la verdad. Hice un sándwich y subí a mi habitación. La oscuridad lo envolvía todo, solo se vislumbraba la sombra de alguien junto a la ventana. Me asusté, arrojé mi sándwich y me preparé para golpear la sombra.

— ¡AHHHHHHH! ¡¿Quién eres?! — Grité mientras golpeaba con fuerza.

— ¡Auch! Soy yo, Fred.

— ¿Fred!? Hiciste que tirara mi sándwich...

— ¿Qué estabas haciendo con Bill? — Preguntó seriamente.

Sonreí. — ¿Celoso?

— Sí.

— Ya te dije, Freddie, se compartido con tus hermanos.

— Ese es el problema... — Se acercó. — No quiero compartir.

Me quedé en silencio. Me sentía mal, porque lo que compartía con Draco era la capacidad de lastimar a quienes amábamos, y no quería eso con Fred...

Tribrida en Hogwarts ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora