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Mayo de 2019.

Mavi

Pisé Argentina exactamente a las 05:34 de la madrugada.

Prendí el celular ni bien pude conectar mis datos y unas cuantas llamadas perdidas de Constanza e Hilario entraron en mi buzón.

Hilario seguro preguntándome a donde carajo había ido y Coti seguramente volviendo a llorar como cuando le dije que iba a volver hacía una semana.

Caminé por el aeropuerto de Ezeiza emocionada por saber que iba a volver a ver a todos. Seguramente los sorprendería por completo porque no le avisé a nadie salvo a Constanza que volvía.

La llamada de mi amiga entró en mi casilla.

—¿Ya llegaste?—preguntó con un tono de voz emocionada.

—¡Sí! ¿Dónde estás?—miraba para todos lados—No Constanza, mido un metro 57, no te veo ni en puntas de pie, graciosa—seguía recorriendo con la mirada.

—¡Ahí estás!—gritó a distancia.

—¡Ahí estás!—la encontré.

—¡Te veo!—comenzamos a correr hacia la otra

—¡Yo también te veo!—estábamos a tan solo centímetros.

—¡Mi petisa hermosa!—saltó a abrazarme pero yo me paré en seco.

—¿Cómo me dijiste?

—¡Ay, no importa! ¡Hola!—volvió a saludar y esta vez sí le devolví el gesto—Te extrañé, te extrañé, te extrañé—me abrazó súper fuerte.

—Yo también. ¿Cómo estás? ¿cómo están? Contame todo, hasta el aire extrañaba de este lugar— caminábamos abrazadas hasta el auto de la rubia.

—No sé, no pasaron muchas cosas desde que te fuiste—comentó pensando.

Miraba a mi alrededor y notaba algunas miradas puestas en mi. Fruncí el ceño algo confundida.

—¿Tengo algo en la cara o en la ropa?—cuestioné mirándome al caminar.

—No, ¿por qué?

—Porque me están mirando. Así como cuando voy a Gesell y me miran con esa mirada juzgona, ¿me entendés?—la rubia miró a nuestro lados algo nerviosa.

—No, debes ser vos y tus aires de grandeza por venir de París—bromeó medio arrastrándome hasta el auto.

—Dale boluda, te habló en serio.

—No sé Mav, seguro te miran porque sos linda, que sé yo—llegamos al vehículo—Bueno contame de vos, dale.

Empecé a contar como fueron las cosas allá y medio que veía que ella no me prestaba la mínima atención hasta que me interrumpió.

—¡Dios, Mav te cortaste el pelo!—asentí cuando notó mi pelo por los hombros—Está corto y con rulos ¡Y viene de Francia!—lo olió como si fuese oro.

—¡Ay nena!—la alejé por lo exagerada que sonaba—Vengo de Francia pero sigo siendo la misma desempleada geselina que conoces—sonreí para después darle un beso en la mejilla.

•𝓐𝓻𝓻𝓲𝓫𝓪 𝓭𝓮 𝓵𝓸𝓼 𝓮𝓼𝓬𝓮𝓷𝓪𝓻𝓲𝓸𝓼 • Wos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora